No tener casa mata
Esta es la frase con la cual Cáritas ha querido significar en este año su Campaña de Personas Sin hogar. Una afirmación que resume de una manera tan expresiva como real la gravísima e inhumana situación que padecen cuarenta mil personas en nuestra nación.
“Yo soy la cara de él o de ella, soy la nada con recuerdos y una historia por mochila. Una vez fui tú. Fui una persona de las que llamáis “normal”, con familia, hogar, amigos y las mismas necesidades banales de las que hoy tan orgulloso se jacta esta sociedad. Hoy, esta persona sin rostro ni nombre habla por todas aquellas que cargan el mismo peso.
Por cada anciano, anciana, hombre, mujer, niño o niña que atraviesa por este sinuoso y angosto camino… posiblemente tú nos conozcas mejor como excluidos sociales… vaya palabra ¿eh?... empero, ¿Qué significa en realidad? ¿Qué no contamos?, ¿Qué restamos?, ¿Qué no valemos?... ¿Qué somos para ti?”... Estas palabras están contenidas en el Manifiesto elaborado por los residentes de la Casa de Abraham, perteneciente a Cáritas Diocesana de Ciudad Real.
“Una vez fui tú”. Una afirmación que debería reclamar nuestra particular atención y reflexión. Cada uno de aquellos casos por los que estas personas carecen de un hogar tiene un origen distinto; si bien las causas iniciales podrían agruparse en unas cuantas, quizá no muchas, pérdida de trabajo, de vivienda, imposibilidad de hacer frente a la hipoteca, errores cometidos en sus vidas, cada una de ellas acaba en la calle por un motivo nunca igual. Personas con unas vidas normales y corrientes que las circunstancias adversas y el fuerte oleaje provocado por los imprevistos, a veces insuperables de la vida, han terminado por hacerles naufragar.
Una problema el del sinhogarismo que supone una situación de sufrimiento extremo y continuo para quienes lo padecen y una llamada a la involucración social tanto a niveles públicos como de la ciudadanía en particular.
No echemos por tanto balones fuera en nuestra responsabilidad como ciudadanos en relación con estas auténticas tragedias personales. No desviemos este problema tan sangrante de manera exclusiva hacia los poderes públicos y distintas organizaciones que tienen como su vocación o quehacer acoger a “los sin hogar”.
Miremos pues cada uno hacia nuestro interior y reflexionemos aunque sólo sea un momento sobre nuestra cuota de responsabilidad, aportando nuestro grano de arena en la reconstrucción de tantas vidas rotas como salen cada día a nuestro encuentro. Este y no otro es el único camino posible para aprobar esta asignatura pendiente como sociedad.
Es cierto que las grandes soluciones a este problema no pueden venir sino de los poderes públicos que para eso están y tienen los medios económicos, técnicos y mediáticos necesarios para atajarlos. Pero si los ciudadanos no nos involucramos y tomamos conciencia de su gravedad e importancia, no lo hacemos nuestro, estas soluciones nunca acabarán interiorizadas, ni por tanto asumidas por la cultura social.
Esta es, pues, la hora de la ciudadanía. Este es el momento de la repercusión y aceptación empática política y social. Esta es la hora de la fraternidad y amistad social de las que nos habla Francisco en su última y flamante encíclica ‘Fratelli Tutti’ –’Hermanos todos’. Unas páginas que contienen un programa de vida alumbrando de manera admirable y certera, siempre desde la Esperanza, el camino concreto a recorrer para quienes quieren construir un mundo más fraternal desde lo cotidiano a nivel individual, hasta lo público en sus más altas estancias e instituciones.
Ojalá muy pronto, nadie carezca de un techo, de un hogar donde cobijarse, amar y ser amado. Dios quiera que dentro de muy poco tiempo, nadie carezca de una ventana a la que asomarse para saludar al Sol del nuevo día o contemplar cada noche, la lluvia, la Luna o las estrellas. No Tener Casa Mata. ¡PORQUE ES POSIBLE, NADIE SIN HOGAR!
Fermín Gassol Peco. Director Cáritas Diocesana de Ciudad Real