Porque nosotros somos la gente
Impresionante fresco humano en un mundo de necesidad y desamparo, retrato perdurable de un tiempo y una sociedad que nunca terminan del todo de marcharse o que vuelven una y otra vez. “Las uvas de la ira”, el infortunio de los proscritos, la historia del hombre. Tres palabras para esta enorme película a bocajarro sobre la Gran Depresión: emocionante, entrañable, maravillosa. Y algo más: profundamente humana y con una ternura a manos llenas que te deja el corazón tocado. Una historia verdadera, de gente de verdad. Inolvidable película de 1940 dirigida por John Ford que, como sucede casi siempre con este director imprescindible, tal vez el primero de todos los grandes, sitúa al ser humano y su dignidad en el centro de la vida y lo llena todo de humanidad y sentimiento. A partir de la gran novela de John Steinbeck sobre los desheredados, John Ford rueda con exquisita sensibilidad, y una fotografía que es un monumento, una película estremecedora que termina siendo una metáfora de la existencia humana y un canto de lucha por la vida en un camino siempre torcido de desventuras y opresión. La dignidad del ser humano y su lugar en el mundo. Y qué final desolador pero a la vez maravilloso y lleno de esperanza: estremecedor, apología de la vida y de la gente. Henry Fonda, en el personaje inmortal de Tom Joad, protagoniza la película en uno de los grandes papeles de su carrera, y su trabajo es asombroso, pero el mayor impacto se lo lleva uno con la interpretación de Jane Darwell como Ma Joad, la conmovedora madre de Tom en el marco de un reparto coral formidable. Hay que ver y volver a ver “Las uvas de la ira”. Somos la gente: siempre saldremos adelante, porque nosotros somos la gente. Una de las grandes películas de siempre que más me ha emocionado. Qué belleza cautivadora.
🌫Español de cuerpo y espíritu
Hay que ver estos tiempos raros que corren y la España partida que siempre vuelve, fuente de tantas tragedias nacionales, y el oscuro empeño arranciado de perpetrar divisiones en lugar de encuentros en el que andan enredados ciertos sectores, algunos desde la moqueta y el despacho oficial. Por mala vereda camina un país cuando el cainismo, que ya tomó cuerpo tradicional en la sociedad, se hace fuerte en los ámbitos de decisión y se institucionaliza. Y aún peor: se conjuga con variopintos intereses políticos y sus tacticismos y cortoplacismos habituales y termina creando una argamasa que, en realidad, es un monstruo sin cabeza ni tino que lo destroza todo. España dividida: primero por dos y luego por diecisiete. En estos tiempos de políticos de medio pelo y ausencia de liderazgos y grandes hombres de Estado, recordemos, sin más, al gran Miguel de Unamuno y su famosa frase de "Niebla".
"Pues sí, soy español, español de nacimiento, de educación, de cuerpo, de espíritu, de lengua y hasta de profesión y oficio; español sobre todo y ante todo, y el españolismo es mi religión, y el cielo en que quiero creer es una España celestial y eterna, y mi Dios un Dios, el de Nuestro Señor Don Quijote, un dios que piensa en español y en español dijo: ¡sea la luz!, y su verbo fue verbo español...!".
🎸El manchego de Carabanchel con sello de autenticidad
Rosendo es el colega del barrio y da la impresión de que nunca ha dejado de serlo. Ahí está su perfil como rockero y cantautor, el chaval que ha cumplido su sueño de ser una estrella de la música sin perder nunca su sentido original. Su corazón pegado al suelo y de gente sencilla. Y de pisar siempre las mismas calles, conservar los valores y tocar la misma guitarra así pasen los discos y los conciertos y el mundo se vaya poniendo del revés. Maneras de vivir. El colega melenudo y rebelde de Carabanchel, orgulloso de sus raíces manchegas, y auténtico como sólo unos pocos elegidos en la tribu musical española. Rosendo te puede gustar o no tanto, llevarás o no sus canciones mar adentro, pero este tipo peculiar siempre será una referencia y a todo el mundo cae bien. Proyecta una imagen pura y singular, extrañamente única, y eso tiene un punto que no deja de ser maravilloso. Un tío con oficio que transmite realidad. Ya se ve que soy muy cafetero de Rosendo desde aquellos lejanos tiempos de Leño, esos chicos a los que nunca me perdía cuando se ponían a mano sus conciertos: siempre he sentido que sus canciones son emblemáticas y adorables, signo de una época intensa de sueños a todo volumen y guitarras de protesta y contestación. Con el correr de los años se han ido muchas cosas, pero Rosendo sigue ahí y sus canciones forman parte de nuestra memoria y nuestro corazón. Es lo que tiene ser un tío grande.
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