Seguramente cuando Groucho Marx pronunció la famosa frase “que paren el mundo que me bajo” jamás se pudo imaginar que el mundo se podría parar de forma efectiva. Tampoco lo imaginaron aquellos jóvenes que, en el Paris de 1968, hicieron suya esta frase.
Desde entonces, han cambiado muchas cosas en el mundo. Pero ha sido esta I Pandemia Mundial – que ha atacado y penetrado en todos los países –, un extraño e invisible “virus” capaz de atacar a la Humanidad en su salud, parar el mundo y “volvernos locos”, y añadir problemas a una sociedad lo suficientemente compleja que ha necesitado encontrar soluciones a los problemas socioeconómicos sobrevenidos, cambiar formas, comportamientos, maneras de relacionarse, y atender las nuevas necesidades de la gente.
Nadie esperaba este parón fulminante de la economía del planeta, donde la movilidad es el principal instrumento de la era global, y cuya reducción fulminante ha afectado gravemente a la economía, al empleo y las relaciones sociales. Toda nuestra vida se ha visto afectada, incluso en lo más cotidiano. Desde marzo de 2020 nada ha sido igual.
Este virus ha destrozado vidas, ha arruinado negocios, ha empobrecido a mucha gente, ha generado “colas de hambre” y colocado a muchos ciudadanos entre graves incertidumbres. El futuro, en situaciones como estas, no se considera nítido, pero desde la política estamos obligados a generar certidumbres, a abrir puertas.
Afortunadamente, la Unión Europea ha afrontado la crisis de forma diferente a cómo actuó en otros momentos – recientemente, también el presidente de EEUU, Joe Biden, lo ha hecho- con una enormeoperación rescateque pretende reactivar la economía de los países de la Unión.
El papel del Estado ha recobrado importancia, cuando hace poco más de diez años algunos propugnaba que se redujese a la mínima expresión. Entonces había que “jibarizar” el Estado. Con ese modelo de Estado no hubiésemos sido capaces de afrontar ni la crisis sanitaria ni la crisis económica subsiguiente. Las repercusiones hubiesen sido verdaderamente terribles.
Pero lo que ha evidenciado este tiempo, en todos los sentidos, es que sin el papel imprescindible que juegan las Administraciones Públicas, la sociedad se hubiese reducido al “¡sálvese quién pueda¡” tan propio del pensamiento neoliberal, más próximo a la “extrema derecha desreguladora” que a la idea de libertad que propugnaba el liberalismo clásico y la socialdemocracia moderna.Hoy es imposible concebir un mundo de libertad sin solidaridad. Sin embargo, el Estado ha tenido que afrontar el enorme conste de los ERTES, del fuerte incremento del desempleo, el gasto inmenso generado por la crisis sanitaria, las ayudas directas a determinados sectores, favorecer las líneas de avales ICO a autónomos y empresas, o las ayudas directas recientemente aprobadas, entre otras muchas acciones.
Castilla-La Mancha lo ha afrontado, desde el primer momento, buscando una salida práctica, social y presupuestaria comprometida, obviando las medidas fáciles, insolidarias y carentes de sentimientos que el Partido Popular tomó tras la Gran Recesión de 2008, y que tantas secuelas dejó en nuestra sociedad, al incrementar las desigualdades sociales y romper los elementos básicos de la cohesión social, tan necesarios para mantener una sociedad estable y sin sobresaltos. Hemos actuado, dentro de nuestras posibilidades, con el rigor y el compromiso que exigen los momentos difíciles, dejando a un lado propuestas populistas, demagógicas, tan fáciles de formular como tan imposibles de realizar.
El Gobierno de Castilla-La Mancha, con una mayoría parlamentaria estable, se ha mostrado como un valor seguro, solvente, con claro compromiso social, con vocación de diálogo con la sociedad y con otras fuerzas políticas, capaz de dar respuestas y trasmitir tranquilidad al conjunto de la sociedad y apostar por fortalecer el Estado del Bienestar, en paralelo a la adopción de medidas para evitar, en lo posible, los efectos perniciosos de la pandemia en los sectores económicos y sociales que más directamente la están sufriendo, como las que han posibilitado ayudas autonómicas a autónomos, pymes y hosteleros por importe de ciento cincuenta millones de euros.
Inmediatamente de declarado el estado de alarma se firmó un acuerdo con los agentes económicos y sociales, y posteriormente también con el partido Ciudadanos, para tomar medidas contra la crisis. El Partido Popular, sin embargo, vio en la pandemia una ocasión para, de forma oportunista, extremar la oposición política al Gobierno Regional, cuando de lo que se trataba era de ayudar a nuestros conciudadanos, de demostrar que la política es útil a la ciudadanía y que, en épocas difíciles, tiene que primar lo que Aristóteles definió como “interés general” por encima de los intereses particulares.
Los presupuestos de Castilla–La Mancha para 2021, también fueron objeto de acuerdo entre el Grupo Socialista y el grupo de Ciudadanos, y de los que se autoexcluyó el Partido Popular presentando una enmienda a la totalidad. Son presupuestos para afrontar el futuro, pensando en la recuperación económica yen asentar las bases de una nueva economía, que dinamice el empleo, la contratación y la constitución de nuevas empresas. Cuentas que incrementan el gasto social en 1.000 millones de euros, hasta los 6.600 millones, mientras que dedican al desarrollo económico 600 millones de euros adicionales. Un presupuesto “ambicioso y expansivo”, que crece más de un 15 %, donde “la mayor partida inversora”, 1.400 millones de euros, lo es en la contratación de profesionales de la sanidad y la docencia.
Respecto de los Fondos Comunitarios propiciados por la Unión Europea, Castilla–La Mancha ha defendido la aplicación de criterios de equidad, cohesión social y territorial que mejor sirvan a los intereses y necesidades de la Región en su implementación, tanto desde una perspectiva pública, como en el ámbito de la colaboración público-privada, con un enfoque integral, que redunde en una eficiente absorción de los recursos financieros disponibles, con la filosofía de impulsar un nuevo modelo productivo y económico, más eficaz, justo, solidario y colaborativo:
- Una economía para la recuperación, con inversiones en infraestructuras científico–técnicas, digitalizada, que genere riqueza y empleo en el futuro inmediato, vinculada a las energías limpias, infraestructuras verdes y preservación del medio natural, desarrollando una cadena de valor agroalimentaria competitiva, sostenible, innovadora.
- La potenciación y desarrollo de la Economía Circular en todos los ámbitos, la cohesión y vertebración del territorio –también de las zonas despobladas-, a través de las nuevas tecnologías de la comunicación, la conectividad, la digitalización.
- La revitalización del sector turístico y sus infraestructuras, la hostelería y la restauración.
- El impulso de un nuevo modelo de prestación de servicios básicos, como la sanidad y la enseñanza, tan importantes para la cohesión social y la igualdad de oportunidades -también en el ámbito de género- y al fomento del empleo creando un entorno propicio para el desarrollo empresarial y el emprendimiento, fortaleciendo, modernizando e impulsando la economía.
Estamos abriéndonos a una época nueva que hemos de vivir intensamente, para mañana, poder decir que el esfuerzo del conjunto de la sociedad fue capaz de superar tiempos difíciles.
Fernando Mora es presidente del Grupo Socialista en las Cortes de CLM