Era mentira
Fue un momento dulce aquel en que nuestros dirigentes lejanos y mayormente burócratas (del dinero) reconocieron que a pesar de su cacareada competencia tecnócrata de hombres de negro (más ideología oscura que tecnocracia sabia) se habían equivocado de cabo a rabo y no habían dado pie con bola. Todos nos equivocamos es cierto, pero algunos lo hacen adrede.
Incluso una lacrimosa Merkel, madre del austericidio y dueña del chiringuito, vino a pedir perdón por el sufrimiento ocasionado en países de segunda fila y sin soberanía autónoma como España y Grecia a través de capataces delegados cuyo prototipo más exacto e inefable es M. Rajoy. Sí, el amigo y colega de Bárcenas.
La cosa y la servidumbre funcionaba así: se descubría tal que la estafa de los motores de Wolkswagen (por poner un ejemplo) de la que no pocos españoles habían sido víctimas (una más). Lo normal con un gobierno serio y soberano es que tomara cartas en el asunto, pero como nuestro presidente de gobierno, M. Rajoy, era en realidad un mandado y capataz de la dueña de todo, la señora Merkel, entonces se hacía la vista gorda por orden de la superioridad. De la misma forma que si los bancos alemanes ordenaban a Zapatero que cambiase nuestra Constitución para dar cabida a sus delirios ideológicos, claramente neoliberales y extremistas, era dicho y hecho. Tal era y es nuestra sumisión y dependencia del país germano.
Pedir disculpas estuvo bien y dio el pego. Otra cosa no cabía hacer porque la evidencia del desastre era aparatosa. Algunos socios del club acabaron huyendo (es lo que tiene machacar a los ciudadanos, que al final engendra populismo) y tras el Brexit se barruntaban y temían otras fugas. Creo recordar que incluso se debatía en aquel tiempo si era importante o trascendente que Grecia saliera de Europa.
Más allá del riesgo de desintegración política del invento, económicamente hablando también se fracasó mediante el expediente de traspasar la factura de la estafa financiera, llamada "gran recesión", a sus propias víctimas, perdonando o incluso premiando a los autores de la fechoría. En definitiva y contra toda lógica, no se cambió el rumbo neoliberal de esa Europa refundada para mal y fracasada, sino que se apretaron más las tuercas a sus ciudadanos ahondando en los errores de la doctrina.
En estas estábamos, lamentando los errores cometidos vía austericidio y proclamando a los cuatro vientos el propósito de enmienda para poder sacar la cabeza del agujero, cuando sobrevino la pandemia COVID, algunos dicen que por ir a explotar y esquilmar selvas y espacios naturales que deberíamos dejar tranquilos y en su ser.
Sea por lo que sea, otra dura crisis se nos vino encima, más dura para los de siempre aunque ahora con el riesgo un poco más repartido, y lo primero que se echó en falta fueron esos servicios públicos y sanitarios que el neoliberalismo había recortado o suprimido. Una confirmación más del disparate ideológico al que se había brindado general pleitesía.
De principio, el nuevo golpe supuso un impulso para el cambio y la refundación de Europa, que dejando atrás el extremismo neoliberal -fracasado- nos llevara a un terreno con más posibilidades de éxito, es decir, a una Europa más social y por tanto socialdemócrata, en recuperación de aquel "espíritu del 45" del que habló y filmó Ken Loach.
Todo eran felicitaciones y parabienes para este cambio de rumbo, que parecía concentrar nuevas energías hacia una nueva era, y así disipar del horizonte europeo la amenaza de desintegración por fuga o depresión reactiva de sus ciudadanos.
Todos los recursos (o casi todos) se pusieron en marcha para hacer frente a la pandemia en un esfuerzo colectivo y solidario, que es lo que define y da carta de naturaleza a una Comunidad. Este tipo de apuestas políticas genera a su vez en la Comunidad un impulso optimista y de confianza para afrontar el futuro, por difícil que sea, con más esperanza.
Y en este punto estábamos, intentando como antaño salir del agujero, cuando hacen su aparición de nuevo en el horizonte los nubarrones, y otra vez Alemania o Merkel, o Merkel, Alemania, y en resumen la tropa neoliberal y tecno-financiera, quieren aplicar a España y Grecia las mismas recetas fracasadas en la crisis anterior. Y los mismos responsables de aquel fracaso ya no piden perdón sino que amenazan de nuevo. Y los capataces delegados de ahora, el ministro Escrivá y Nadia Calviño, que se deben no a lo decidido por sus ciudadanos en las urnas sino a lo que se les antoje mandar otra vez a los hombres de negro (recortes en los servicios públicos, en pensiones... Etcétera.) se aprestan a decir "Sí, Bwana".
¿Y así hasta cuándo? La obcecación en el error es un síntoma de falta de racionalidad. ¿Será que vivimos tiempos irracionales?