Hay un curioso estudio denominado efecto Dunning-Kruger que concluye que cuanto menos sabemos de algo, más creemos saber de ese algo. El efecto Dunning-Kruger muestra que las personas con pocas capacidades o conocimientos creen que tienen más capacidades y conocimientos de los que efectivamente poseen. Con el asunto del lobo estos días está ocurriendo algo así.
Ahora todos saben del problema del conflicto del lobo, de los intereses y conveniencias que hay en torno a este cánido, de sus soluciones, de sus suspicacias, de sus miedos, de sus ataques, de sus subvenciones, de los fraudes y engaños, de las indemnizaciones, de la Administración, de la Ley, de las sentencias, del lucro cesante y el valor de reposición, del daño emergente, de mastines, ovejas, cabras, vacas. De furtivismo, del LESPRE, de ecologismo y ‘ecologetismo’, de conservación, de control poblacional, del censo, de manadas, de procesos de recolonización del lobo, de coexistencia, de etología, de comportamiento y conducta animal. De aseguradoras, de daños y tasaciones; de Félix Rodríguez de la Fuente y de la plataforma Lobo Marley. ¡Cuánto daño hacen estos opinadores de lo desconocido, estos políticos inexpertos cargados de intereses y estos contertulios que de todo saben!
Los que tenemos ya las botas llenas de barro por haber pateado durante mucho años los montes de tierras loberas y conocemos de forma vivenciada y directa el conflicto social que hay en torno al lobo, percibimos estos días tras la decisión de prohibir la caza del lobo en toda España e incluirlo en el Listado de Especies en Régimen de Protección Especial, que esta medida es política e ideológica. No es ecológica, no es conservacionista, no es por proteger al lobo. Esta decisión es una medida tomada por políticos y asesores que viven en las ciudades, por asociaciones ultra proteccionistas híper subvencionadas. Por personas y entidades preñadas de intereses espurios. No les interesa la Ciencia. Tampoco les importa el mundo rural. Ni el lobo.
El eterno problema del lobo y el hombre no se solucionará con una ley promovida y amparada en un solo lado. Viviremos condenados a una guerra continua entre ganaderos y conservacionistas si no se escuchan ambas partes y ambos intereses. Esta decisión de impedir el control poblacional a través de la caza es una demostración de irresponsabilidad y torpeza del gobierno de Pedro Sánchez y de Teresa Ribera. Están absolutamente manipulados por sus socios de gobierno y todo ese ecologismo interesado que han impuesto su plan ante la oposición del mundo rural. Creo que todo esto derivará en la aparición de plomo, de trampas, de fuego y de veneno, en furtivismo y en ‘me tomo la justicia por mi mano’, en una guerra del lobo.
Es necesario encontrar un equilibrio entre todos los sectores implicados por el bien de la especie. La conservación del lobo necesita de consensos y de acuerdos con todos los agentes implicados en su gestión: administraciones autonómicas y locales, mundo científico, ganaderos, conservacionistas… en pos de una coexistencia entre el cánido, la ganadería extensiva y la caza.
Las primeras consecuencias de la entrada en vigor de la Ley es que se ha reavivado y endurecido el eterno conflicto del lobo. El conflicto entre el mundo rural y el mundo urbanita, entre ganaderos y cazadores contra ecologistas y ultraporoteccionistas. Entre administraciones. El consejero de Cantabria ya ha anunciado que van a ir contra el Estado, que primero solicitará medidas cautelares y después un recurso contencioso contra esta orden. En Castilla y León, que cuenta con la mayor población de lobos de Europa, tienen muy claro su modelo de gestionar las poblaciones de lobo a través de la caza y los recursos cinegéticos. Ya ha anunciado que está radicalmente en contra de la superprotección del lobo e irán a los tribunales. La secretaria de Organización del PSOE en esta comunidad autónoma, Ana Sánchez, ha confirmado que el PSOE apoyará la presentación de un recurso a la Orden.
Si tanto quieren al lobo, no deberían hacer de él su forma de vida, deberían dejar sus intereses ideológicos, políticos y comerciales. La ultraprotección del lobo en España no acarreará ni significará su conservación absoluta, sino todo lo contrario, será la guerra más cruel y más sangrienta que pueda desencadenarse en torno a todos los sectores directamente relacionados con este asunto.
Es importante saber que en los años 70 había en España 350 lobos. Félix consigue incluirlo en la Ley de caza de 1970 como especie cinegética. Esto le pone en valor y lo salva de su desaparición. En 1980 nacen dos modelos de gestión del lobo: al sur del Duero y al norte del Duero. La política de gestión del cánido la lleva cada comunidad: subastas, cupos, controles por los celadores y guardas, etc.
El censo nacional de 2012-2014 mostró la existencia de unas 320 manadas y casi 2.500 ejemplares, con siete ejemplares de media por clan familiar, distribuidos en unos 140.000 km2. Los censos realizados estos últimos años son falsos y han sido manipulados por personas de la administración y animalistas para ocultar la realidad: que las poblaciones están disparadas, descontroladas. Hace falta un censo real.
Se preguntarán ustedes qué deberíamos hacer para solucionar el problema. En mi opinión la clave está en acabar con el conflicto social; el mayor problema de conservación del lobo es el conflicto social. Hace falta un plan de gestión que permita una eficaz conservación del lobo dentro de un marco de coexistencia con el mundo rural. Se debería controlar las poblaciones de lobos para minimizar las depredaciones sobre el ganado y seguir manteniendo una población viable de la especie. Se debería asegurar una convivencia posible entre la expansión de la especie y la permanencia, imprescindible, de la ganadería extensiva y tradicional. Hay sitios donde el lobo hace mucho daño. Ese control poblacional se debería hacer con una gestión más técnica. Con controles puntuales conducidos con criterios técnicos y no batidas aleatorias como se hace ahora.
En mi opinión no hay una única fórmula ‘correcta’ para gestionar a los lobos y la elección de un método u otro debería depender de las características concretas. Los métodos aceptables son muy discutibles por su invasión, crueldad, daño, perjuicio a la manada. Hay que ser selectivo en el lobo a matar. Matar al subadulto.
Se debería indemnizar y compensar de una forma adecuada y proporcional. Indemnizar bien y pronto. No con el valor estándar del animal sino por el valor de reposición. Indemnizar por el daño emergente y costes asociados.
Es falso que el lobo esté en peligro o que corra riesgo. Las manadas y ejemplares crecen, pero los ecosistemas no dan para más lobo, no tienen espacio. La naturaleza ya no es lo que era. No se puede pensar en procesos utópicos de recolonización y expansión del lobo en sus antiguos territorios. El futuro, desde mi punto de vista, está en crear reservas y protegerlas.
Antonio de Miguel Antón. Naturalista –Guadalajara-