¿Será Yolanda Díaz un fenómeno pasajero o no?
Es la política de moda tras una sugerencia pública por parte de Pablo Iglesias de hacerla líder de su partido. Ahora, Yolanda Díaz lidera la negociación dentro del diálogo social entre sindicatos y patronal para revertir la reforma laboral que decretó el Gobierno del PP con mayoría absoluta.
Han pasado menos de dos años y una crisis sanitaria desde que se gestase la subida del salario mínimo interprofesional. Fue entonces cuando comenzó la andadura de un ministerio de relevancia competencial y social en el Gobierno, el de Trabajo y Economía Social, del que desde entonces es titular Yolanda Díaz.
La transformación de la ministra en su imagen, que no en su perfil ideológico, es fruto del trabajo de un equipo de asesores de su máxima confianza, también gallegos, expertos en politología y comunicación, con el objetivo final de conseguir, como mínimo, una candidatura fuerte hacia La Moncloa.
Yolanda Díaz es abogada laboralista y cuenta con casi dos décadas de intensa actividad pública en la política de izquierdas con retazos nacionalistas. Se trata de un perfil intensamente progresista.
En el último barómetro del CIS, Díaz, en continua progresión, se hacía con la mejor valoración posible entre sus competidores. En este reto, el perfil moderado, atípico para una ideología de izquierdas, ha sido determinante.
La imagen percibida de Díaz es, pues, mezcla de características desarrolladas en estos quince años de continua actividad en el marco de Esquerda Unida Galega, como militante del Partido Comunista. En la empatía y humanidad destacan sus dotes conciliadoras. La ventaja de su feminidad, incluso su maternidad, como subrayaría su propio padre, el líder sindicalista gallego Suso Díaz, completan la fórmula.
Nadie duda de la preparación de la ministra en su ámbito competencial, el laboral, tanto académica, profesional, como ideológica en la lucha por los derechos de los trabajadores. En cuanto a la personalidad propia, es donde ha incidido principalmente el cambio desde que asumiera las competencias laborales. Ha ejecutado su liderazgo desde la prudencia, con una oratoria conciliadora, moderada, pero al tiempo de alta argumentación, buscando la restitución de derechos a los más desfavorecidos, pero sin criticar en exceso a la patronal, ni prescindir de ella. Es decir, inmersa en el dialogo social.
Díaz consigue reflejar su política en sus gestos, incluso en su forma de vestir o peinarse. En este sentido, conviene visualizar también la comunicación personal 2.0 en redes de Yolanda Díaz, a través de su cuenta de Twitter, donde aparecen claros ejemplos sobre todos los criterios analizados. En la selección de mensajes de texto y multimedia de su cuenta merece la pena el libro recomendado hace unos días sobre sociedad, soledad y empatía con los que peor lo están pasando.
Una cartera relevante, una reforma pendiente
El Ministerio de Trabajo tradicionalmente ha ejercido un notable poder competencial, ocupando sus ministros la primera línea en política. Actualmente ocupa la vicepresidencia Segunda del Gobierno.
La reforma laboral es ahora el objetivo que se presenta como derogación de la anterior legislación, pero cuyo contenido no será más aniquilatorio que salvar los “errores del PP” (palabras de Díaz en el Senado) fijados desde el Gobierno por cuatro soportes: reducción de temporalidad, revisión de la subcontratación y refuerzo de los convenios colectivos en cuanto a jerarquía negociadora y prórrogas en su aplicación.
Los fondos europeos seguirán fluyendo si se cumplen las recomendaciones dictadas desde Bruselas, donde la excesiva temporalidad, la flexibilización del mercado, junto al elevado paro juvenil son las máximas preocupaciones. El escenario dictado desde la UE debe, además, contemplar un diálogo social real donde los empresarios tengan poder negociador y apoyen la reforma. Por el momento, algunas concesiones a la patronal son que la indemnización por despido no se va a tocar y los ERTE continuarán con una mayor vinculación a la formación.
El nuevo escenario económico previsto, con altas tasas de inflación y crecimiento contenido, tampoco ayuda mucho. Esta cuestión está siendo ya descontada por la patronal. La pérdida de poder adquisitivo podría hacer volver al conflicto laboral, vía convenios colectivos sectoriales infraactualizados en lo referente a las subidas salariales pactadas.
Por otra parte, el crecimiento en la estructura económica española, dependiente del turismo, volverá a aumentar la demanda de contratos estacionales, con barreras imposibles de cumplir para los empresarios, como el 15 % de temporalidad encima de la mesa, que es un límite desde el que subir.
Ante dicho reto, la ministra de Podemos debe fijar su acción moderada, conciliadora y solventar antes de final de año una reforma, nunca una derogación. Ya lo hizo con el salario mínimo y lo repitió con su actualización.
Es el momento de atraer a los empresarios hacia la reforma, pues ya ha conseguido unir en el empeño al gabinete y hablar en nombre del Gobierno. Sin duda, se trata de una tarea en la que podrá mostrarse, si la solventa con éxito, candidata a la presidencia en las próximas generales.
La política cambia en el corto plazo demasiado rápido. Por el momento, su actual imagen es solo una ventaja en la arena política, que puede verse truncada de nuevo por la realidad económica.
Catedrático de Universidad en Economía Aplicada (Econometría), Universidad de Castilla-La Mancha
Este articulo ha sido publicado originalmente en THE CONVERSATION