Publicidad engañosa
Conste que mi primera intención, al titular esta columna, fue la de llamarla ‘¡A la mierda!’, en referencia a la famosa frase pronunciada en un momento de ofuscación por el gran Fernando Fernán Gómez, pero en gesto de buena voluntad conmigo mismo, suavizo el epígrafe e intitulo ‘Publicidad engañosa’ que viene más al caso. Porque ya me dirán ustedes si no es para mandar bien lejos, al sujeto, (sujeta o sujete) que te llama por teléfono a las tres de la tarde, cuando estás a punto de quedarte sopa en el sofá viendo las noticias o los documentales del Canal Historia, y te empiezan a dar la vara con las ofertas de tal o cual compañía de telefonía, algún que otro seguro o las grandes corporaciones de suministro eléctrico. Todos los que llaman vienen a decir lo mismo: ‘nosotros le ofrecemos una rebaja considerable en su tarifa’. Y tú vas y te lo crees.
Además de la molestia que significa que te llamen a deshora a tu casa, que sepan al completo tus datos personales, dónde, cómo, cuánto y cuándo compras, encima casi te insultan al considerarte un tonto por estar en una u otra compañía. ¡El colmo!
Y lo peor no es eso, sino que, en la mayoría de los casos, las ofertas no son ninguna ganga y en muchos casos vienen enmascarados con publicidad engañosa. Ya me dirán ustedes, cómo una ‘telefonaria’ de las que tanto abundan, cuyo interés no es otro que ganar dinero, se permita el lujo de rebajarte ‘a más de la mitad’ la tarifa que estás pagando. Lo que no cuentan es que el servicio que te ofrecen es infinitamente peor que el que tienes, y además te obligan a permanecer fieles durante un largo periodo de tiempo sin posibilidad de cambiarte, salvo que abones una cantidad compensatoria por tu libertad de elegir. En fin, publicidad engañosa a todas luces.
Lo malo es que por más que nos repiten una y otra vez las Asociaciones de Consumidores que no caigamos en la trampa, seguimos picando el anzuelo; pecando de buena fe, fomentando con ello la picaresca y que los timadores de la publicidad engañosa vivan a costa de cuatro incautos a los que encima despiertan de la siesta.
Claro que, para falsedades y engaños, las que se oyen en los mítines que convocan nuestros amados políticos. Ahí si que se puede hacer un máster acelerado de trucos de mago de pueblo y mentiras a ‘cascoporro’. Éstos, los políticos, lo que no hacen es despertarnos a la hora de la siesta, sino que aprovechan sus intervenciones para regalarnos el oído con cantos de sirena, adormecernos con promesas sin contenido; humo que se desvanece tras la noche electoral y ¡si te he visto no me acuerdo!
Advertidos estamos. Las elecciones se aproximan y volverán de nuevo los charlatanes de feria a vendernos crecepelos para calvos, cepillos de dientes para desdentados y paraísos de felicidad en este nuestro país, en el que todo va tan bien gracias a ‘la nueva normalidad’ y al gran comercial que nos la vende desde hace dos años.
Publicidad engañosa, sin duda, la que unos y otros nos ofrecen a diario, y que espero que algún día seamos capaces de rechazar y mandar a la (….) a quienes vienen, campaña tras campaña, vendiendo milongas.
Lo malo es que seguimos cayendo en los mismos errores creyendo que, aunque sean los mismos perros, llevan distintos collares, y la realidad es que, nos creen tan tontos, que ni siquiera se molestan en cambiarse esos collares.
Pepe Monreal
Este artículo ha sido publicado originalmente en La Opinión de Cuenca