Pues no, no me refiero a Juanito sentado en la segunda fila después de escuchar la teoría de conjuntos, bueno cuando se daba la teoría de conjuntos. No, la pregunta se la hacen hoy la inmensa mayoría de docentes, que ejerciendo en primera línea nos sientan en la última fila, no en la tercera, la cuarta o la quinta, detrás de la última, casi imperceptibles para quienes dirigen “todas las clases” y si no ven nuestras manos alzadas, pues habrá que alzar la voz.

Es obvio que los tiempos cambian y que un sistema educativo que se precie necesita actualizarse y adaptarse a esos cambios. Hasta aquí nada que objetar. Otra cosa bien distinta es hacerlo “a costa de” sus profesionales, los docentes, que casi en las mismas condiciones laborales y salariales de hace cuarenta y dos años, o si lo prefieren ocho leyes educativas, con casi la misma normativa y reglamento de funcionamiento para los centros de hace dieciséis años, o si lo prefieren en término cinéfilo-salarial, cuatro congelaciones y un recorte.

Abordar la situación de los docentes ha sido una asignatura pendiente de todos los gobiernos, sin excepción, para los que siempre hay una frase, esta vez televisiva, “hoy no, mañana”. Pues va a ser que no, cincuenta años levantando la mano sin ser vistos son muchos años y ahora es el momento de alzar la voz y ser escuchados, pero también atendidos, porque no sólo va a afectar a los docentes, también a nuestros alumnos y no puede ser mañana, tiene que ser hoy, porque las cargas, las responsabilidades y las tareas se van acumulando y el peso de todo el sistema educativo, exigencias y adaptaciones van mermando las fuerzas y la paciencia.

Urge establecer unas horas máximas de docencia directa, antes de la entrada en vigor de los nuevos currículos; urge actualizar y recuperar el poder adquisitivo perdido, urge actualizar los gastos ocasionados por el desempeño del trabajo, llámese desplazamientos, herramientas, conectividad etcétera; urge equiparar o al menos adaptar las licencias y permisos al resto de trabajadores y funcionarios; urge eliminar, en su caso, la absurda obligación de asistencia en jornada de tarde para los maestros; urge dedicar los recursos y partidas económicas a lo que realmente necesitan nuestros centros y alumnos... En definitiva, urge atender no sólo las demandas de los docentes, urge que cuando levantemos la mano se nos atienda, pues el peso del sistema educativo, cual Atlas, el titán, lo soportamos los docentes, como él el cielo y las estrellas. Pero a diferencia de éste no queremos que sea un castigo, queremos seguir disfrutando y dedicándonos con vocación a ser los hombros seguros que seguirán sosteniendo el cielo y las estrellas de las futuras generaciones.

Esta mano no puede seguir levantada sin respuesta.

Satur Acosta. (ANPE)