La educación en España vuelve a cambiar. Otra vez. El Gobierno acaba de aprobar el nuevo currículo que los alumnos de 12 a 16 años estudiarán a partir del curso que viene durante la Educación Secundaria Obligatoria. Es decir, todo lo que tienen que aprender de forma obligatoria estos alumnos.
Estos cambios no solo son para regular los contenidos, materias, y los horarios lectivos mínimos; también para eliminar las notas numéricas, para poder pasar de curso sin límite de suspensos, para estudiar con una mentalidad más feminista y aprender los derechos de las personas LGTBI. También para terminar con el necesario método memorístico, para acabar con los exámenes de recuperación o para suspender el estudio de los hechos cronológicos de la Historia y eliminar los hechos históricos que no interesen al gobierno de turno. También para que la Filosofía deje de ser una optativa de oferta obligatoria para los institutos en cuarto de la ESO.
Pero lo peor de todo es que se tira por tierra al modelo de éxito basado en el esfuerzo, en la exigencia, en el pensamiento crítico, en la visión holística y filosófica y en la meritocracia. Mal futuro para la juventud el que les propone este Gobierno.¡Cuánto daño!
El principio del esfuerzo es indispensable para lograr una educación de calidad. El esfuerzo debe ser el motor de una sociedad. Hay que educar a los niños en este esfuerzo, en el sacrificio, en la lucha y ayudarles a ver la compensación del esfuerzo. Y todo ello debería pasar por la puesta en marcha de exámenes y pruebas externas comunes a las que habrían de enfrentarse para reconocer socialmente los aprendizajes adquiridos. Valoraciones numéricas claras y efectivas y repeticiones si no se alcanzan los mínimos. En resumidas cuentas, exigir y valorar.
A ellos les cuesta muchísimo ver que el esfuerzo merezca la pena. No ven más allá de lo instantáneo, del aquí y el ahora. Les estamos acomodando en pesebres donde apenas valoran ni conocen lo que significa el esfuerzo, ni la motivación personal, ni el reconocimiento, ni el mérito; facetas y elementos que deberían ser fines y bases del sistema.
Ahora tan solo nos queda que las comunidades autónomas y, en concreto, la de Castilla-La Mancha redacten y aprueben su 40 por ciento y hagan sus propias adaptaciones para que los centros escolares guadalajareños puedan gozar de la cacareada independencia y flexibilidad educativa. Independencia que no deja de ser una falacia, pues llegará todo impuesto por las dos administraciones educativas.
Antonio de Miguel Antón. Profesor de Guadalajara y precursor del pin parental y del programa educativo de VOX