No, no me refiero a la no obligatoriedad del uso de mascarillas en nuestras aulas, que por cierto, y a mes y medio de la finalización del curso lectivo, lo más prudente hubiese sido esperar. No se entiende que transportes públicos, todos, los de cincuenta plazas y los de cuatro, sea obligatorio, o en embarcaciones y buques cuando no se pueda garantizar el 1,5 metros de distancia, pero en un aula con veinticinco alumnos después de un recreo no lo sea, pero en fin, confiemos en que no volvamos a estar cerrando aulas hasta el verano.
No, con el fin de las mascarillas, también ha llegado el fin de todos los refuerzos COVID en los centros públicos. Ya ven, en nuestras aulas el metro y medio no importa, y como además hay menos nacimientos y menos alumnos, aprovecho y me voy de oca a oca porque ahora sí que me toca recortar casillas, y la mejor manera de recortar es de raíz, es decir, en las líneas de infantil de tres años, que en seis significa convertir un centro de dos líneas, en uno de una sola línea, es decir, un ahorro de casi el 50%. El problema de todo esto es dónde va el alumnado sobrante, especialmente en aquellas localidades, o peor, barriadas o zonas de influencia, donde cohabitan enseñanza pública, concertada y privada, pues ya no sería cuestión de libertad de centro, más bien de derivación de alumnado.
Si nadie lo remedia, y ojalá esté muy equivocado, el recorte de docentes en los centros educativos va a ser significativamente mayor que en años anteriores. Aunque se quiera justificar comparativamente con los recortes prepandémicos y aunque sea cierto que la natalidad ha descendido y que las medidas COVID aconsejaban un aumento puntual de plantilla, no es menos cierto que la plantilla de funcionamiento actual, que recordemos ya fueron recortados dichos refuerzos parcialmente el curso anterior, es absolutamente necesaria para poder afrontar con solvencia las necesidades actuales que demandan nuestros alumnos, familias y nuestro sistema educativo.
Castilla y León ya se ha dado cuenta de la problemática actual y han puesto medidas para paliarlas, reduciendo las ratios de alumnos en tres alumnos en todas las etapas, mejorando las ratios y plantilla en la escuela rural o reduciendo la jornada de docencia directa con alumnado, tanto en infantil y primaria a 24 horas y en secundaria a 18 con carácter general y diecinueve excepcional. Por si hubiera algún mal o bien pensado, salió publicado en su Boletín Oficial el 27 de Enero.
Sí, la escuela pública tiene un problema, pero los problemas tienen solución, las tijeras. Solo que mientras unos la utilizan para recortar puestos, que va en detrimento de la calidad de la enseñanza que damos a nuestros alumnos, otros la utilizan para recortar exigencias que genera más puestos y por ende mayor calidad de de enseñanza que ofrecer a nuestros alumnos.