“La palabra coparentalidad no está en el Diccionario”; es el resultado de la búsqueda en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua.
Según el blog Copaping (https://copaping.com), “la coparentalidad o ser copadres se da cuando dos personas (o en ocasiones más de dos) entre las que no existe ninguna relación sentimental deciden tener un hijo y criarlo en común”. Es decir, la posibilidad de ser padres sin ser pareja, sin tener una relación sentimental o una unión con otra persona; ningún tipo de compromiso recíproco, sólo les une el deseo de ser padres, al que no quieren renunciar. Esta es una de las modas que están surgiendo en los últimos años.
El objetivo de esta forma de relación familiar es tener un niño y compartir su crianza y educación con otra persona con la que se puede o no mantener una relación, pero que tienen un objetivo común y una vinculación con el hijo/a; coordinándose como parejas que no viven juntas o como lo hacen las parejas separadas o divorciadas, con la diferencia de que los padres del niño o niña pueden haberse o no haberse conocido previamente. Aunque todo es respetable, la coparentalidad, que ya tiene hasta su propia app, aún no está regulada en España. No obstante, a nadie se le escapa los riesgos que trae consigo para el menor: parte de la consideración de que la vida de un niño es una mercancía en el que se decide qué porcentaje tiene cada persona que forma parte de la coparentalidad. No hay grandes diferencias, desde esta perspectiva, entre la copropiedad de un bien inmueble, que se comparte con varias personas que se distribuyen a lo largo del año el uso y disfrute del mismo, colaborando en los gastos que genera. El niño no como fruto del amor, sino como objeto de deseo, al igual que cualquier otro producto que se compra en el mercado.
Se pueden decir muchas cosas de lo que implica ser padre o madre. Ser padres no es un capricho, que al que uno renuncia cuando no le interesa; ser padres no implica únicamente responsabilidad en cuanto al cuidado del hijo, porque exige dar la vida: educación, formación, renuncia, entrega... A ser padre o madre se aprende según van pasando los años, y todos sabemos que exige sacrificio, responsabilidad, compromiso y dedicación pensando en el porvenir de los hijos; exige asegurarse de que tienen el cuidado y el amor que los niños necesitan; que hay un hogar y una familia donde se les protege, se les guía, se les ayuda a ser ellos mismos. Ser padres es compartir la vida con los hijos. Y es que en la crianza y en la educación de los hijos se necesita mucha complicidad y uniformidad en la toma de decisiones por el bien de los niños. La paternidad requiere amor, rigor y firmeza. Ser padre no es lo mismo que ser compadre. Los padres de verdad dan la vida por sus hijos.
Con las nuevas fórmulas pseudo-familiares que están surgiendo el concepto de maternidad o paternidad ha cambiado, y ya se habla en esta sociedad moderna de los nuevos modelos de familia en los que todo vale y todo es posible. El Papa Francisco en un encuentro con familias en septiembre de 2022 manifestaba que la familia es atacada y las “colonizaciones ideológicas” intentan “saquear salvajemente” los propios valores humanos.
En la sociedad en el que todo vale, hasta decidir ser padre o madre sólo por cumplir un deseo, se está perdiendo la coherencia y hasta el sentido común. Decidir ser padre requiere de un compromiso y una responsabilidad, porque esta es para toda la vida.