Vivimos en una sociedad sumida en una gran transformación que tiene como signos distintivos la globalización y la cibernética. La rapidez y la eficacia marcan sus pasos y la lógica del consumo actúa como gran motor. Todo ello está suponiendo un gran cambio cultural y antropológico que incide fundamentalmente sobre la escala de valores: el tener ha ganado su batalla al ser y la sociedad líquida y del espectáculo a la del compromiso, la lealtad, la fidelidad y la coherencia.
Entre los parámetros que etiquetan esta nueva sociedad se encuentra la pérdida del sentido de la historia y con palabras del Papa Francisco "la penetración cultural de una especie de 'deconstruccionismo', donde la libertad humana pretende construirlo todo desde cero". Es el caso de la celebración que el mundo de la educación y de la escuela dedica o dedicaba en estos últimos días de noviembre a rendir homenaje a una de las profesiones más apreciadas por la sociedad merced al servicio que presta a su crecimiento cultural y humanización: la de maestro, hoy docente. La nueva colonización cultural, en su intento de vaciarla de contenido en estos últimos tiempos, la deteriora y difumina definiéndola en abstracto como "Día de la enseñanza". Urge recordar, para hacer frente a este "deconstruccionismo" cultural, que este día tiene o tenía como referente a José de Calasanz, pedagogo considerado en ambientes incluso seculares como el precursor de la educación moderna, y firme defensor y pionero de la educación gratuita universal y de la formación profesional.
Fieles al sentido que ha de tener esta fecha, bueno sería que sirviese a personas e instituciones que se mueven en el ámbito escolar para realizar un discernimiento profundo sobre lo que significa ser docente, maestro o profesor, hoy; y en la gran responsabilidad que tienen sobre la educación de niños y jóvenes y sobre el contenido de su función en una escuela necesitada de muchas respuestas y esfuerzos. Este discernimiento pasa por dos cuestiones fundamentales: el problema de la vocación y el de la pedagogía que se desarrolla en el aula.
Es un dato constatable que la vocación educativa es muy poco relevante y significativa en la tarea escolar de estos tiempos. El mundo laboral produce en la actualidad itinerarios profesionales muy variados donde prevalecen criterios que en la mayoría de los casos no tienen nada que ver con la vocación personal definida como "Inclinación a un estado, una profesión o una carrera". Sin embargo, la vocación es un elemento clave para desarrollar una tarea que busque estilos educativos más allá del desarrollo de una unidad didáctica o de actuaciones burocráticas con las que, desde la frialdad de unas cifras, se pretende evaluar el crecimiento educativo de unos alumnos. El maestro o profesor vocacional trabaja en la escuela no solo para cumplir las leyes educativas, para transmitir solo conocimientos, o para estar al servicio de modas pedagógicas pasajeras o nostálgicas del pasado, sino para trascender todo eso e involucrarse en su tarea escolar mediante una pedagogía del cuidado.
Cuidar al niño es el objetivo central de la pedagogía del cuidado. Su principio básico es que no es posible educar si no se cuida al niño. El maestro/profesor vocacional sabe que, en cierto modo, también es "cuidador" y que ahí reside el sentido profundo de su vocación. Cuidar al niño, especialmente al más vulnerable, ha de ser el objetivo principal de toda escuela que quiera ser transformadora de la realidad social y cultural. La pedagogía del cuidado comienza por respetar el derecho del alumno a ser escuchado, y hablar y expresarse sin miedos y temores. La ciencia actual nos enseña que aprendemos bien cuando nos sentimos seguros y nos fiamos de quienes nos enseñan. De ahí la necesidad de protección y acompañamiento en todo el proceso educativo escolar del alumno. Acoger con afecto a sus alumnos, conocerlos, tratarlos con paciencia y siempre en un contexto relacional de animar, alentar, saber conectar, y ser ecuánimes en sus valoraciones, son valores con los que se construye una pedagogía del cuidado. Es la pedagogía del maestro vocacional que transmite pasión por su tarea. En realidad es lo que celebra la sociedad en este día, y lo que da sentido a su celebración.
Areópago es un grupo de opinión, con sede social en Toledo, formado por un conjunto de cristianos que desean hacer llegar su voz a la sociedad para poder entablar un diálogo constructivo sobre temas actuales de interés para todos.