Nerviosean mucho últimamente los equipos de campaña de Emiliano García-Page y Paco Núñez. Tal vez más de lo normal. Más que en campañas anteriores. Algo pasa. El 28 de mayo se ha instalado a piñón fijo en las inquietas cabecitas de nuestros políticos y están perdiendo el paso. Maquinan, exageran, inventan, magnifican, presionan, disparatan un poco con los periodistas y, definitivamente, creen que son las estrellas favoritas de la galaxia y todos los demás satélites alrededor que han de bailarles el agua. Una hipérbole: o nosotros, o al caos, con lo inmenso y maravilloso que es el infinito. Es una triste pena que los políticos sólo vean por un ojo, teniendo los dos y pudiendo abrirlos de par en par.
Comprendemos que Page y Núñez se juegan mucho en las elecciones y que la varita mágica del poder puede tocarle a cualquiera de los dos, o viceversa, y esa sensación es como estar al borde de un precipicio expuesto al sentido este-oeste de los vendavales. Los caprichosos juegos del azar. Pero tal vez con un poco de calma tendrían algo más de perspectiva. El mundo es muy grande y nosotros apenas un diminutivo. Nada de todo esto es tan importante. Somos una aldea. Respiremos hondo, elevemos nuestro corazón y nuestra mente. Y pensemos en nuestros sueños originales verdaderos y no en los saldos de ocasión a los que los hemos rebajado. En la cosita arrinconada y olvidadiza en que los hemos convertido.
El 28-M pasará y ahí lo dejaremos, el mundo seguirá rodando.