El mes de agosto comenzó con la publicación de la noticia sobre un joven chef español que presuntamente asesinó a otro hombre en Tailandia. Desde entonces este crimen acapara titulares y la sociedad española e internacional está al día de cada detalle del suceso y de la propia investigación policial. No cabe duda de que el impacto de la noticia ha sido importante para los medios de comunicación. Son las noticias más atractivas para los medios y más en este verano de escaso contenido informativo.
Desde el punto de vista de un lector o espectador, a veces puede dar la sensación de que no se sabe en realidad quién es quién en esta investigación; quién es la víctima y quién es el culpable. Este circo mediático provoca confusión y muchas horas de conversación; Todo hace que se ponga en duda la fiabilidad del proceso judicial en este caso. Esta noticia de actualidad es uno de los ejemplos cada vez más frecuente de que personajes públicos sufran de manera constante la intromisión de los medios en sus vidas y la difusión de noticias de su vida privada, sin tener en cuenta sus sentimientos, sus circunstancias personales y sin previo consentimiento.
Una vez más desde la perspectiva periodística o de algunos medios de comunicación y redes sociales -prensa del corazón- no se respeta el dolor ni la intimidad de los familiares ante estas situaciones delicadas y difíciles; y noticias tan serias como puede ser un asesinato, se convierten en un espectáculo televisivo, resultando intrascendente y superficial, pese a la gravedad del asunto. Morbo y sensacionalismo como elementos para crear impacto mediático y crear interés. Pero no solo ha ocurrido con este presunto asesinato que ha abierto todos los espacios informativos, sino con el fallecimiento de familiares de personas más o menos públicas.
En España, la Constitución Española como derechos fundamentales recoge el derecho al honor, a la intimidad y a la propia imagen; pero también el derecho a la libertad de expresión, comunicación e información; así como el derecho de protección a los niños contemplado también en el artículo 39 de la CE; derechos que en muchas ocasiones son vulnerados, sobrepasando los límites. Los periodistas o profesionales que trabajan en los medios de comunicación social deberían de respetar no sólo los derechos de la CE, sino también su propio código ético profesional, a la hora de tratar la información que hacen pública. Una de las consecuencias de esta falta de respeto es que la gente se acostumbra a que la delincuencia y las agresiones sean un comportamiento cotidiano y sin importancia o a que la violencia verbal o no verbal -entre otros aspectos- sea la forma de comunicación habitual.
Hacer cumplir estos derechos ante el tratamiento y publicación de noticias escabrosas debe ser demandados por la sociedad, al margen de los intereses económicos, políticos, ideológicos o informativos que puedan tener los medios de comunicación. Protegernos ante la exposición pública y mediática de nuestras vidas, tan accesible y sin límites a la que tenemos todos acceso gracias a las nuevas tecnologías; con especial cuidado de los menores de edad y personas más desfavorecidas.