¿Qué es la COMPASIÓN? La compasión es un sentimiento —hasta ahí todo correcto— que solo se mueve en aquellas personas capaces de ponerse en la piel de los demás. Para sentirla por otra persona o ser vivo, nuestro sentido de la empatía debe estar claramente interiorizado en nuestro propio ser y trabajado en los actos cotidianos.
¿De verdad tienen que suceder estas cosas para que nos demos cuenta de lo desnuda de humanidad que está la sociedad, que estamos cada uno de nosotros? Un chaval, que podría ser mi hija, solo quería volver a su casa. ¿Y cuál fue el resultado? El viaje hacia la muerte.
No pretendo entrar en detalles que no me corresponden, ni tan siquiera valorar expresamente lo acaecido, ni culpar a nadie y mucho menos a los profesionales que han participado en este doloroso asunto, pero sí quiero detenerme en la verdadera compasión que ejercemos y en la empatía que sentimos ante los semejantes.
Nos tiene que hacer reflexionar y pensar en la sociedad que hemos creado para nuestros hijos. Los móviles se han convertido en la vida misma de nuestros jóvenes, no pueden vivir sin ellos, les hace sentir una dependencia que incapacita y domina cada segundo de su existencia y también los lleva a la muerte física o moral, porque los abusos no paran. Estamos hartos de oír historias en las que un adolescente es acosado, amenazado o boicoteado por sus semejantes y adultos. Tanta inteligencia emocional controlada por la artificial creo que nos está anulando la parte más bella del ser humano, sus verdaderos sentimientos.
Recuerdo cuando en las carreteras se recogía a gente en autostop. Mi padre lo hacía, porque esas personas precisaban ayuda para llegar a su destino, acto que conllevaba cierto riesgo, pero la compasión por las circunstancias empatizaba mucho más que el miedo a que pudiera pasar algo. Del mismo modo, se me viene a la cabeza una situación personal en la que me vi sola y agobiada cuando perdí el penúltimo autobús que salía de Granada dirección a Jaén, después de una reunión en la Universidad de Derecho, cuando la Facultad de Jaén aun dependía de esta. Tenía el billete comprado para ese autobús, no tenía más dinero y no había móviles, la cuestión es que me dejaron llamar a mis padres y que estos se comprometieran a pagar el pasaje a mi llegada. Recuerdo las ganas de abrazar a ese buen hombre que me ayudó a solucionar una papeleta que, a mis diecinueve años, era algo así como si se rompiese el mundo a mis pies. Pasé a ocupar mi asiento y pensé que cuando viera en mi vida a alguien en apuros intentaría ayudar en la medida de los posible. Cuando bajé del autobús allí estaba mi padre con el dinero en la mano y esperando a dar un apretón de manos generoso y agradecido a aquel señor
¿Tan exigentes somos que ni en una situación así somos capaces de dejar pasar a alguien con el compromiso de pago a la llegada? ¿tanto abusamos de buena gente que es imposible confiar y hacer una excepción? ¿Tan inútil es tanto internet que habiéndose dado los datos al comprar un billete por la web no se puede comprobar de ninguna manera para ver que no se está actuando con la intención de delinquir o abusar?
Como he dicho anteriormente, no juzgo los hechos, solo me cuestiono si realmente la compasión está en nuestras vidas cotidianas. Si estamos enseñándoles a nuestras futuras generaciones que ayudar al desconocido es un rasgo de humanidad y hacerlo es necesario para convivir pacíficamente unos con otros.
Siento con gran pesar que estamos ante una sociedad que da mil derechos a los animales (que se lo merecen porque son seres vivos) y no es capaz de ayudar al prójimo. Siento con dolor que catalogamos a la juventud como aprovechados porque vayan de fiesta y regresen a los albores del día a sus casas, y siento rabia porque tengan que ocurrir estas cosas para que nos preguntemos si realmente no somos una sociedad deshumanizada.
Esta sociedad, que se escuda en las normas para no saber empatizar con la excepción y así ayudar al prójimo, que un día puedes ser tú, es la realidad en la que vivimos.