Elijo ser Jomo y elimino el Fomo
Dirán ustedes que me he vuelto loca, pero no es así, diría que me siento más cuerda que nunca. Hace unos meses leí por primera vez un artículo que mencionaba ambas siglas. Lo cual me llamó la atención poderosamente, y más aún aumentó mi curiosidad cuando vi que ambos términos componían el eje central de un artículo sobre inteligencia emocional.
El JOMO o “Joy of Missing Out” hace referencia al placer de perderse cosas en el día a día, así como en las redes.
Y el FOMO que también es un término anglosajón, obedece a las siglas de “Fear of Missing Out”, que en nuestro castellano significa el miedo a perderse las cosas.
Las personas que sienten FOMO viven en una constante inseguridad, causada por una envidia irracional ante el hecho de no ver su vida equiparada a la de las personas que se publican en redes con una especie de “la vie en rose”. Es innegable que algunas personas parecen vivir en una nube de felicidad constante e inagotable fuente de lujo y amor y que algún esporádico caso sea auténtico, pero la cuestión no versa en si dichas imágenes o vídeos lo son o no, sino en la actitud con la que cada uno nos enfrentamos a las redes, a los programas de televisión o a la propia vida.
La actitud con la que un “FOMO” observa estas imágenes y vídeos es negativa, piensa que está desaprovechando su vida y su tiempo, sintiendo que las vidas de otros son tan maravillosas e inalcanzables que visten a la propia de harapos.
Sin embargo, contrario a lo anterior el “JOMO” no siente que pierde el tiempo, su maravilloso tiempo, intentando compararse y viendo la vida de los demás. Su actitud ante las mismas fotografías o vídeos de las redes y otros medios es ajena, no deja que interfieran en su persona. Y por descontado prioriza sus espacios y tiempo libre en todo aquello que le gusta, le interesa o simplemente le entretiene (aquí siempre me gusta meter la coletilla de leer, pues no existe una forma más propia y fascinante de imaginar y soñar viviendo otras vidas, espero sepan disculparme).
Los FOMO y JOMO han existido desde que el HOLA es la revista del lujo y de la vida de color de rosa, o los programas de cotilleo (permítanme el termino coloquial). No es algo que entiendo haya nacido únicamente con las redes. Pero sí es cierto, que cada vez los sujetos que lo padecen son más jóvenes. Los propios niños son un ejemplo de cómo quieren ser, según los videos que publican sus favoritos de TikTok y otras plataformas.
Y la envidia, ¡cómo no! Ese sentimiento o emoción que es parte del ser humano desde que comenzó a socializarse allá por las cavernas. Sensación malvada que taladra la autoestima hasta dejarla K.O. como le des cabida. Que causa desdicha a quien la siente y aleja a aquél cuya vida se desea.
Y es que desde que los móviles forman parte de nuestra anatomía, chicos y grandes, sin diferencia de género, nos hemos acostumbrado a estar pendientes de esa vibración o sonido constante de notificaciones. Y lo que es peor, si no suena sufrimos desamparo y abandono. Lo más curioso, es que en la mayoría de los casos son notificaciones de desconocidos que publican su increíble vida, noticias de verdades a medias o mentiras enteras, y algún WhatsApp de familiares y amigos, que casi seguro son emojis o videos de cachondeo.
Hemos de ser más selectos, cautos y dueños de nuestro tiempo porque la vida se va en un santiamén y no queremos darnos cuenta de lo valiosa que es. Todas estas conductas que inconscientemente llevamos a cabo nos alejan de la calma, aumentan la ansiedad y el estrés, nos ocupan continuamente y lo peor, mantienen a nuestro cerebro en constante alerta y estimulación. He de confesar que para mí solo de pensarlo ya me resulta agotador.
Por eso, bienvenido sea el solecito de esta bonita primavera para salir a pasear con quienes queremos, coger a nuestra mascota y hacerla correr por el campo, hacernos una coleta y salir con la cara lavada, porque nadie ni siquiera nosotros mismos, tenemos la necesidad de poner morritos y colgar un selfi.
Tu vida, mi vida real son más fantásticas que nuestros muros.