Ana M. Ángel Esteban, psicóloga y sexóloga.

Ana M. Ángel Esteban, psicóloga y sexóloga.

PSICOLOGÍA

Cómo gestionar el miedo en los hijos tras un evento traumático como el asesinato de Mocejón

27 agosto, 2024 15:04

A raíz del asesinato del niño de Mocejón (Toledo) hace unos días, ya se están pidiendo algunas citas en el Psicólogo porque algunos menores, por ejemplo a los que les gusta jugar al fútbol, están teniendo miedo a salir de casa, pesadillas y verbalizaciones sobre la posibilidad de que a ellos también les pueda ocurrir.

Conocer un hecho traumático puede intensificar el miedo y la ansiedad en las personas cercanas a la víctima de un trauma o la peor desgracia como en este caso. Todos los factores contextuales, características comportamentales o aspectos físicos que asociemos a un hecho de pánico o terror producirán emociones similares, aunque estemos a miles de kilómetros de distancia del lugar de los hechos.

Además, quienes tengan características de personalidad susceptibles, como los miedosos o inseguros, pueden empezar a mostrar signos de ansiedad elevada, afectando al sueño o a la independencia, sintiendo la necesidad de no salir de casa o de estar con alguien que les haga sentir seguros.

Vamos a intentar ver cómo se gestionan estos sentimientos y cómo encontrar la calma después de la tormenta emocional. Primero, tengamos en cuenta que el miedo "es bueno, sano y adaptativo". Es una respuesta emocional natural que puede surgir tras un evento traumático, caracterizada por la sensación de incertidumbre y vulnerabilidad.

Cuando sabemos que ha ocurrido algo, se tiene la percepción de que podríamos haber sido nosotros o de que existe la posibilidad de que puede ocurrirnos a nosotros si nos exponemos a situaciones o personas similares. Esto se va generalizando a situaciones parecidas conforme pasa el tiempo y, si no se pone tratamiento psicológico -y en ocasiones farmacológico por la gravedad del cuadro- la situación puede empeorar. Este cuadro de angustia hay que afrontarlo lo antes posible porque, dependiendo de la edad del menor, puede afectar a la formación del autoconcepto, la autoestima o la seguridad.

Es fundamental comprender que este tipo de miedo es un mecanismo de defensa que busca proteger al individuo de situaciones similares en el futuro, pero si no se resuelve en el plazo máximo de unos meses puede llegar a cronificarse y ampliarse a otras situaciones haciendo que la persona se sienta limitada. En el caso de los niños ocurre todavía más, porque todavía están adquiriendo recursos y generándolos.

Estas situaciones emocionales nuevas para el niño, como sentir miedo, ansiedad, pánico, tristeza, depresión o aislamiento social son consecuencia de lo anterior y afectarán al desarrollo normal de las características de personalidad.

Existen diversas estrategias que pueden ayudar a controlar el miedo. En este caso deben ser adaptadas a la edad, porque cuanto más pequeña es la persona menos racionaliza. Además, la fuente del miedo en distinta a la de los más mayores, a partir de los 8 o 9 años.

La actividad física regular a la que están acostumbrados es beneficiosa para canalizar las emociones negativas. Es importante mantener esta rutina, aunque en el caso específico de estos niños que no desean regresar al lugar donde ocurrió el incidente, será necesario buscar otros lugares, preferiblemente similares, para que puedan enfrentarse a situaciones parecidas y continuar practicando el deporte.

¿Cuáles son las técnicas de afrontamiento recomendadas?

Es importante no evitar lo que nos produce miedo, aunque es normal intentarlo con todas nuestras fuerzas y convencimiento para todo lo que nos recuerde a situaciones de ansiedad propias o no. En general, mucho miedo o anticipación de miedo puede producir ataques de pánico, que es miedo extremo, con reacciones emocionales muy intensas y reacciones fisiológicas de sudoración, temblor, taquicardia, nudo en el estómago o mareo. Pero, psicológicamente, evitarlo no nos va a ayudar. Si la evitación se mantiene, tanto en niños como en adultos, este miedo se impregnará en el ADN y se convertirá en crónico e incapacitante. O se resuelve o se cronifica y se extiende a más situaciones que no tienen nada que ver con la original.

Lo que hay que hacer es evitarlo los primeros días para frenar ese impacto emocional y reducir la producción de toda la química del miedo. Cualquier niño que sienta miedo tiene que tener la seguridad y la tranquilidad física y emocional que le proporcionan los padres. Ese distanciamiento le hará sentir más tranquilo e irá adquiriendo más confianza por sí mismo.

Pero el "no pasa nada" no debe ser producto de la evitación constante, sino del apoyo emocional. Un niño siente seguridad cuando tiene unos padres que manifiestan en sí mismos seguridad, mientras que si estos alientan al miedo sus hijos serán inseguros y ansiosos de por vida. El miedo es aprendido y tenemos que ser conscientes de ello. Si los padres reproducen frases en voz alta de posibles desgracias o dificultades, sus hijos los interiorizarán y crearán hijos sobreprotegidos que serán bastantes inútiles emocionalmente y en la resolución diaria de conflictos.

Después, lo recomendable es hablar con los más pequeños con tranquilidad y sin ansiedad. Hay que explicarles las posibles razones de por qué ocurrió un suceso y aclararles que eso no tiene nada que ver con ellos y que es difícil que vuelva a ocurrir. Hay que dejarlos expresar lo que sienten sin criticarlos y sin juzgarlos, que se desahoguen, que nos pregunten, que nos digan lo que necesitan de fuera y de nosotros y así podremos contextualizar mejor su problema, sus miedos y adaptar nuestras explicaciones.

No evitemos hablar con ellos, no le quitemos importancia, porque ellos pueden traducirlo en que no nos importan y se quedan con la sensación de soledad y falta de protección. A un hijo hay que darle seguridad y enseñarle independencia guiada o supervisada. Todo lo que fortalezca su autoestima y autoconfianza reducirá las situaciones de miedo o ansiedad patológica.

Hay que establecer rutinas y volver a una cierta normalidad, aunque sea algo variada. También es útil que los niños mantengan un diario emocional en el que escriban cómo se sienten. si desean que lo revisemos, está bien, pero el simple hecho de escribir puede ser una forma importante de desahogo.

Por supuesto, es fundamental contar con apoyo profesional si observamos que la situación empeora, no muestra avances, o si no sabemos cómo abordarla por nosotros mismos desde el principio.

En resumen, gestionar el miedo después de vivir un trauma es un proceso que requiere tiempo y empatía, tanto si eres adulto como si eres niño. Con las estrategias adecuadas y el apoyo necesario, es posible superar estos momentos difíciles y recuperar un sentido de tranquilidad y bienestar. Gestionar el miedo tras enfrentar un hecho traumático es esencial para restaurar la estabilidad emocional y mental; de lo contrario, las consecuencias pueden perdurar toda la vida.

Imagen de archivo de la Policía Nacional.

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Imagen de archivo.

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