El Pasante

García Molina se resetea a modo Gobierno

9 agosto, 2017 00:00

El funambulismo en una práctica muy extendida en política. Castilla-La Mancha no es ajena a este procedimiento y el último ejemplo lo hemos encontrado en uno de los mayores volatineros de esta tierra: Emiliano García-Page, que se acostó susanista y se levantó sanchista, como el que más. Buen maestro tuvo el presidente, otro transformista de cuidado.

Sin haber tomado aún posesión de cargo alguno en el Gobierno de Castilla-La Mancha, “una decisión que corresponde al presidente del Ejecutivo autonómico”, un atolondrado García Molina se pone ya en modo Gobierno antes de formar parte del equipo. Un sistema bien distinto al que nos tenía acostumbrado, generalmente en contra y muy crítico con quién le acoge interesadamente con los brazos abiertos. A preguntas de los periodistas, el futuro miembro de la Administración autonómica responde ahora que la reapertura del Hospitalito del Rey, en Toledo,  está supeditada a los presupuestos regionales y su alcance. Una afirmación bien distinta a cuando reivindicaba con energía, pancarta mediante, su inmediata apertura. Una reclamación, no obstante, que su formación “sigue comprometida con las mismas causas” en palabras del nuevo mandatario que ahora pretende caminar hasta el final de esta Legislatura sosteniendo un difícil equilibrio.

Pasar de la oposición al poder sin que se pretenda notar requiere de capacidades de experto equilibrista que García Molina está dispuesto a poner en práctica, haciendo todos los malabares que sean precisos. Un ejercicio de capitulación imprescindible para mantenerse en el nuevo cargo, procurando además integrar todas las sensibilidades de su partido en la región -bastante deterioradas y dispersas- y la de sus electores. Una instrucción que quizás ya no está a su alcance, pues va a requerir de una especial habilidad para encontrar la consonancia adecuada entre la realidad y la utopía.

Un procedimiento acrobático, en definitiva, con el fin de procurar la estabilidad de un Gobierno, el de Castilla-La Mancha, cuyo futuro se presenta realmente incierto. De paso, intentar ganar visibilidad para un partido dividido a riesgo de acabar fulminado por sus propios electores por tantas y tamañas contradicciones. Una ejecución peligrosa para un equilibrista que camina sin red, y con unas bases que no se muestran precisamente dispuestas a salvar del estrépito  a tan atrevido y precoz saltimbanqui.