Las obras del hospital de Toledo, un film de Jesús Fernández Sanz
Tal vez por la celebración en Madrid de Fitur y el recorrido por la alfombra roja de IFEMA de todas las autoridades de Castilla-La Mancha, habidas y por haber, ha pasado desapercibido para el gran público un film extremadamente delirante estrenado en esta tierra hace sólo unos días, tanto que está haciendo reír a una gran mayoría de espectadores. Una película increíble que llega a tal nivel de absurdo que se ha convertido en magnífica comedia involuntaria.
La Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha acaba de estrenar un film que se está difundiendo con gran éxito en las redes sociales bajo el título “Las obras del nuevo hospital de Toledo”. Unas imágenes pensadas para que los espectadores se rían e indignen a partes iguales ante lo que están viendo sus ojos. Un publirreportaje que pretende mostrar al espectador el ritmo frenético que llevan las obras de este centro hospitalario previsto inaugurar el próximo año. Una construcción en la que se asegura trabajan más de 800 operarios. Pese a semejante número de personal, las imágenes que se exhiben se asemejan más bien, nunca mejor dicho, a un hospital robado en la que resulta imposible imaginar tamaña plantilla si hacemos caso de los personajes que desfilan en el film. Un obrero pavimentando inmensas zonas de consulta, otro recorriendo pasillos, u otros dos peregrinando por interminables salas de quirófano, nunca más de media docena, además de una maquina en funcionamiento.
Tal vez al responsable de la cinta, el consejero Fernández Sanz, ante atrezzo tan pobre y parco número de operarios que aparecen en pantalla podía haber tirado de imaginación para rellenar con efectos especiales la falta de plantilla en escena y los interminables espacios vacíos y desangelados que aparecen en pantalla. Al menos para engañar al ojo humano y hacernos creer tamaño número de trabajadores en funcionamiento y agitado ritmo de las obras. No sería el primero. Tom Hooper ya utilizó 1.500 muñecos y muñecas hinchables para “El discurso del rey”, y Clint Eastwood se valió de otros 5.000 espantajos para “Banderas de nuestros padres". También Alfred Hitchcook se sirvió de cuervos de cartón para rodar “Los pájaros”, e idéntico material utilizaron los Monty Phyton para construir un castillo gigante y rellenar espacios infinitos a la hora de rodar su película “Los caballeros de la mesa cuadrada”.
Con atrezzo tan pobre y reducido número de operarios que aparecen en la publicidad institucional del cinéfilo Fernández más hubiera valido colocarlos, a semejanza de la célebre fotografía de Charles C. Ebbets, pies colgando, charlando tranquilamente, y almorzando sobre una viga a cientos de metros sobre la calle. Hubiera resultado más verosímil que lo que nos pretende hacer creer con estas imágenes el consejero de Sanidad de esta tierra.