Grandes secretos de la humanidad: las listas del Sescam
Es bien sabido el tiempo que los historiadores e investigadores tardan en averiguar los hechos más relevantes del pasado, reconstruir el curso de los acontecimientos, o sacar a la luz las intenciones de sus protagonistas. Mas semejante entusiasmo se enfrenta en ocasiones a una tarea imposible o de muy difícil resolución. Varios son los casos en la historia donde aún prevalece el misterio o el secreto histórico jamás revelado. Leo que entre los más destacados figuran la fórmula de la Coca-Cola, el triángulo de las Bermudas, el asesinato de John F. Kennedy, o la muerte de Juan Pablo I, entre otros. Sospecho que muy pronto los historiadores incluirán en su relación otro no menos secreto y misterioso: las listas de espera del Sescam.
Con mayor o menor frecuencia estas listas se convierten en cuestión de debate –estéril y divergente hasta ahora- entre los diferentes agentes sociales y partidos políticos de Castilla-La Mancha. La controversia, lejos de contenerse, confluye con harta frecuencia en un cruce sin sentido de acusaciones más propio de patio de vecindad mal avenido. Una especie de reality show en horario estelar con políticos principales y de reparto haciendo las veces de Belén Esteban, Leonardo Dantes, Aramis Fuster, Chabelita o José Fernando Ortega Cano.
Un debate perverso sobre la sanidad de Castilla-La Mancha que el ciudadano, principal afectado por el sistema, contempla desconcertado ante la incapacidad de unos políticos que aseguran representarle y defender sus intereses. El ultimo aldabonazo de tan recóndito misterio ha ocurrido estos días cuando el sindicato Comisiones Obreras ha dado a conocer que Castilla-La Mancha tiene la lista de espera de pacientes para ser operados más larga del país, con el 36,4 por ciento aguardando más de seis meses para ser intervenidos, y un 10 por ciento menos de camas que en 2010. Para atizar estos datos, el PP asegura que además 12.000 pacientes han sido borrados de estas listas de espera, mientras el PSOE confirma que semejante inventario se ha reducido como nunca en los últimos doce años.
Tamaña discrepancia no hace más que acrecentar la incapacidad de nuestros políticos y del sistema tan generoso que los sustenta para resolver uno de los problemas más perentorios de la ciudadanía: la sanidad. Testigos silenciosos de un proceso que se prolonga gravemente en el tiempo cada vez más y que tiene al paciente como principal protagonista. Rehenes, en definitiva, de la ineptitud de unos gestores que lejos de ponerse de acuerdo sobre la situación real de nuestra sanidad pública, siguen enfrentados en un circo mediático, y se muestran incapaces de aportar soluciones eficientes a un sistema que precisa de urgente intervención. Sin lista de espera.