El Pasante

Tomás Burgos Beteta, un político in perpetuum

26 marzo, 2019 00:00

Pablo Casado ha concluido una drástica renovación en las listas electorales para premiar a sus fieles, y de paso librarse de los últimos vestigios y apoyos a la exvicepresidenta del Gobierno y candidata a la presidencia del PP Soraya Sáez de Santamaría. Un proceso que ha provocado una conmoción en el partido, y que ha hecho que políticos como Fátima BáñezMéndez de Vigo, Íñigo de la Serna, Celia Villalobos, o los hermanos Alberto y Álvaro Nadal, entre otros, hayan desaparecido de un plumazo de la escena política de este país. Una escabechina y exhibición de poder interno de Pablo Casado nunca visto hasta ahora en el partido. Una trifulca latente que ha provocado una conmoción dentro de las filas de la formación y que el próximo 28 de abril puede desactivarse nuevamente.

La zozobra también cunde en la acera de enfrente, donde se ha tomado “buena nota” del liderazgo de Pedro Sánchez, y los socialistas andaluces amenazan ahora con una escisión del aparato nacional. Siempre lo mismo, se trata de colocar a los míos en perjuicio de los tuyos. Una revolución que igualmente ha llegado al Senado como contenedor de políticos desechados de otros sectores. Sin embargo, en esta ocasión, el conocido como “cementerio de elefantes” de la Cámara Alta no se ha comportado como tal, pues la renovación en las filas socialistas y populares ha sido muy elevada.

Dentro de este conglomerado de candidatos que optan a un puesto en el Senado, una fauna compuesta por outsiders, restos de ajustes de cuentas, purgas diversas, y acomodo de viejas glorias, destaca una figura de rancio abolengo capaz de sortear cualquier inquina de partido. También, de sobrevivir a tres presidentes nacionales de la formación. Una destreza en permanecer a uno u otro lado como mejor convenga, agarrándose a la política como medio de vida, digna de encomio. Un ejemplo -sin olvidar también en esta tierra el de Carmen Quintanilla, seis legislaturas en el Congreso y ahora candidata al Senado- que en Castilla-La Mancha tiene una figura singular: el  jienense de Villanueva del Arzobispo Tomás Burgos Beteta, senador del PP por la provincia de Toledo. La "abnegación" gremial del político comenzó en 1991 como diputado en la Asamblea de Madrid para, cinco años más tarde, dar el salto a la Cámara Alta, donde lleva ya siete legislaturas ininterrumpidas, y treinta y cinco años viviendo de los Presupuestos del Estado.

Reconvertirse de político a civil no entra todavía en los cálculos de Tomás Burgos, incapaz de cerrar ciclo como tantos otros y dar paso a nuevas generaciones. Un político in perpetuum bien acomodado que ya se prepara para aspirar difícilmente a su octava Legislatura en el Senado. Una carrera política que, aunque desconocida y anodina acorde a la Institución que representa, bien puede mostrarse como ejemplo de casta política y supervivencia digna de estudio.