Según el Ministerio de Trabajo, durante el pasado año 652 personas murieron en accidentes de trabajo (602 hombres y 50 mujeres), bien por accidentes de tráfico, durante su jornada y al ir o volver del trabajo. Las actividades que sumaron un mayor número de víctimas mortales, los “puntos negros” de la siniestralidad laboral en 2018, fueron los transportes, con 114 trabajadores muertos; la industria manufacturera (110), la construcción (98) y la agricultura y ganadería (85). La cifra es la más alta de los últimos siete años, y tiene a Castilla-La Mancha como lamentable protagonista de esta lacra.
En nuestra región la siniestralidad laboral representa un mal que parece enquistado, con unas cifras de accidentalidad que no dejar de crecer y son cada vez más preocupantes. Aunque con frecuencia asociamos determinados puestos, generalmente en el sector de la construcción, con los mayores peligros laborales, lo cierto es que todos los trabajadores están expuestos aunque, desde luego, de distinta manera. Así, Castilla-La Mancha ha escalado hasta el primer puesto como la región con una tasa o índice de incidencia de 4.044 accidentes laborales por cada 100.000 trabajadores en 2018. Una cifra que representa un aumento del 20 por ciento desde la entrada en vigor de la última Reforma Laboral en el año 2012.
Tan dramática escalada en la región ha llevado a convocar este miércoles a sindicatos y Víctimas de Accidentes de Trabajo una movilización para intentar poner freno a este lamentable perjuicio social. Un incremento de los muertos en accidentes laborales que los sindicatos atribuyen a la precariedad, al aumento de la rotación en los puestos de trabajo, y de la temporalidad que ha traído la recuperación. La Administración y la patronal, por su parte, se han limitado a manifestar sus buenas intenciones, exigiendo la corresponsabilidad de las partes a través de un manido dialogo que se demuestra insuficiente, pues no es la primera vez que así lo manifiestan y practican.
Mientras, nuestra región se desangra cada vez más en materia de siniestralidad laboral, que no se solventa precisamente con las buenas intenciones tantas veces reiterada por los agentes implicados. La “siniestralidad cero” que lleva tiempo pregonando el Ejecutivo regional es un utópico objetivo que merece algo más que unas palabras de lamento cada vez que aparece Castilla-La Mancha como deplorable protagonista de personas fallecidas solo por ganarse la vida.