Primero fue el director Billy Wilder en “El crepúsculo de los dioses” el que mejor representó en el cine la decadencia de una vieja, solitaria y caprichosa actriz del celuloide (Gloria Swanson), que para no ser olvidada se aferra al resultado de una obra con la que infructuosamente pretende relanzar su carrera. Posteriormente, Manolo Summer, en “Juguetes rotos”, retrata con su cámara a varios personajes muy populares en otra época, pero completamente olvidados en su vejez: el torero Nicanor Villalta, el futbolista Guillermo Gorostiza, y el animador El Gran Gilbert, entre otros, desfilan por el celebrado film de Summer. Ambas películas muestran perfectamente la cruda realidad del abandono y la decadencia del olvido en la que caen los antaño rutilantes personajes.
En estos días, la que fue una de las grandes estrellas de la televisión en este país, Inma Soriano, está pasando por el peor momento de su carrera profesional, según recogen diversos medios de comunicación. La en otra época “chica Hermida” fue uno de los rostros más habituales y populares de las televisiones de este país, incluida la autonómica de Castilla-La Mancha donde durante años presentó y dirigió el programa de sobremesa de la cadena. En la actualidad, una vez concluida su colaboración en 13TV presentando películas del oeste, Inma Soriano se centra en su canal de Youtube con unos pobres resultados de audiencia e influencia.
Pese a su esfuerzo por trabajar, sus últimas y contadas apariciones en la pequeña pantalla como secundaria de lujo han sido efímeras e irrelevantes, ofreciéndose ahora en programas de humor, monólogos, crónica social, o cualquier cosa “que pueda defender”. Una inactividad laboral y olvido profesional que la está pasando factura. Una soledad que también entraña y preocupa a su familia y amigos, que sienten como la vida de la presentadora atraviesa por uno de sus peores momentos.
La fama puede llegar a ser una cruz. Un día te tiene en lo más alto y al siguiente nadie se acuerda de ti. Celebridades y buenos profesionales como Soriano lograron en su momento una gran notoriedad en la sociedad de este país, para después iniciar el recorrido de un sombrío sendero que los lleva inexorable hacia los abismos del olvido. Se apagaron los focos que se presumían eternos, nadie les solicita autógrafos, ni vuelven la cabeza a su paso. Tampoco suena el teléfono para ofrecer trabajo. Bajar del pedestal de la gloria es como descender a un infierno dantesco, una percepción que la presentadora comienza a experimentar.