Donald Trump y asociados
En medio de la tormenta del coronavirus, algunos líderes políticos mundiales se han resistido a implantar a tiempo acciones contundentes para frenarlo, proponiendo medidas inútiles y minimizando una gravedad que ha propiciado un reguero de muertes entre sus compatriotas. Casos como el de Donald Trump que en febrero aseguraba que cuando hiciese algo más de calor desaparecería “milagrosamente” el coronavirus. O de otro visionario de similar pelaje, Jair Bolsonaro, que confirmaba en su país que la pandemia es “apenas una pequeña gripe o resfriado” cuyas muertes no van a parar una fábrica de automóviles, pues los brasileños son “capaces de bucear en una alcantarilla, salir y no pasar nada”.
Tampoco otro “iluminado” de prestigio, el presidente de Bielorrusia,Aleksander Lukashenko, se ha quedado atrás en sus ingeniosas propuestas para frenar el coronavirus, recetando a sus ciudadanos beber vodka y jugar al hockey. Igualmente, ante la verdadera gravedad de la situación, las autoridades de la república asiática de Turkmenistán se resisten a cualquier referencia al coronavirus, deteniendo incluso a quien lleve mascarilla, o hable de la crisis en público. Sin embargo, entre todos estos clarividentes de pacotilla destaca por sus salvajes medidas el presidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, que ha ordenado a las fuerzas de la ley "disparar a matar" a aquellas personas que violen los requisitos de la estricta cuarentena por la pandemia de Covid-19.
Líderes que desprecian a la ciencia basando sus iniciativas contra el virus en opiniones personales sin fundamento empírico alguno, o aplican la fuerza bruta como medida más resolutiva para evitar su propagación. Gobernantes que en algunos casos y ante una posible convulsión social se han visto obligados a rectificar, implantar medidas más contundentes, e incluso pedir perdón por sus decisiones e imprudentes actitudes. Una pérdida de tiempo muy valioso que ha propiciado aún más el desarrollo del virus, el fallecimiento de miles de personas en sus respectivos países, además de un daño enorme a su economía.
Se critica aquí cada día al presidente Pedro Sánchez acerca de las medidas económicas y sociales puestas en funcionamiento para contener el virus en España. Mas por lo visto entre todos estos negacionistas del desastre que asola a la humanidad, bien podemos decir aquello de que “otros vendrán que bueno te harán”. Un aforismo, no obstante, que no justifica la confusión por los errores cometidos y también reconocidos por la Administración en nuestro país.