Cuando una parte de este país parece estar obnubilado con el tándem Rociito & Antonio David (31,5% de cuota de pantalla y 3.741.000 espectadores), o también por los diferentes sainetes que nos tienen acostumbrados nuestros políticos, la sociedad se desangra por otros costados sin tanta atención y mucha mayor necesidad y urgencia. Así lo acaba de denunciar Cipriano González, alma mater de la ONG Socorro de los Pobres. Más conocido como Amigo de los Pobres, Cipriano lamenta abatido no recordar otra situación similar durante los “más de 70 años que lleva dando de comer a los más necesitados” en Toledo. Una acción que, pese a contar con la participación esporádica de algunas empresas, instituciones y personas, la crisis de la pandemia ha hecho mella en la solidaridad de todas ellas, impidiendo que la ONG siga desarrollando su labor y distribuyendo regularmente sus habituales bolsas de comida entre los más necesitados.
La encomiable labor de Cipriano y sus animosos voluntarios para intentar paliar el déficit alimenticio de las cientos de personas que se acercan hasta las dependencias de la organización en busca de algo que llevarse a la boca se ha paralizado de repente, al tener sus almacenes completamente vacíos. Personas, la mayoría en situación de pobreza extrema, que configuran multitud de hogares en este país sin ningún ingreso, cada vez más numerosas, sumidas en una exclusión social que en España, consecuencia de la pandemia, pueden llegar hasta 5,1 millones, según el último informe de la ONG Oxfam Intermon.
Un compromiso con los más necesitados que Cipriano lleva realizando décadas con inusitada generosidad y dedicación para intentar acabar, o al menos reducir, con estas colas del hambre para las que el Amigo de los Pobres suplica ahora una mayor solidaridad y generosidad. Una horrorosa pero significativa expresión que crece cada día más en este país, y que define lo cotidiano de una situación que va camino de convertirse en insostenible. Un colectivo que alberga no solo a gente cuya situación ya viene cronificada de atrás, sino a rostros nuevos que hasta hace bien poco no hubieran imaginado formar parte. Una pesadilla de hambruna y desesperación de personas que se han quedado de repente sin puesto de trabajo, con un futuro muy negro por delante, y han dejado de lado el sentimiento de la vergüenza. Mas necesitar ayuda de los demás no puede resultar una vergüenza. Lo que sí es una vergüenza es no prestarla, como ahora con tanta desesperación clama Cipriano.