Porrista, animadora, cheerleader… cualquier definición es válida para calificar los movimientos y gestos exagerados con los que la ministra de Hacienda, María Jesús Montero, nos obsequia cada vez que triunfa en las Cámaras alguna propuesta o iniciativa presentada por el Gobierno, o interviene alguno de sus correligionarios. Sin la agitación frenética del pompón que caracteriza a estas animadoras deportivas, Montero se ha convertido en la perfecta porrista de su grupo parlamentario, con aspavientos correspondidos desde la bancada del Gobierno, o pitos y abucheos si proceden de la oposición.
Un compendio de ademanes que ya pudimos comprobar en el Pleno del Congreso del pasado mes de noviembre cuando se aprobó el Proyecto de Presupuestos Generales del Estado de 2022. Tras su aceptación por la Cámara, Montero reafirmó su satisfacción agitando sus brazos en señal de alegría para alborozo socialista, abandonar el escaño, dirigirse presta para abrazar y besar con efusividad al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y dar por concluido su paseíllo triunfal ante la apoteosis de una parte del Congreso. Alharacas similares las hemos visto en otros momentos de la Legislatura tras la aprobación o intervención en las Cámaras de alguno de sus compañeros de partido y Gobierno.
La última demostración de sus coreografías ante la concurrencia ha tenido lugar la pasada semana con ocasión de la esperpéntica votación que tuvo lugar sobre la Reforma Laboral. Tras la confusión inicial, perplejidad de los miembros del Gobierno, posterior consulta al VAR del Parlamento y corrección de la presidenta Batet, el hemiciclo fue pasto de las quejas, gritos y aplausos de los parlamentarios. El momento oportuno para que Montero saliera a la pista e iniciara su particular performance, con la retahíla de gestos y exagerados aplausos a los que nos tiene acostumbrados. Un repertorio desmesurado que culminó cuando la ministra se dirigió a sus compañeras de Gobierno, la vicepresidenta Díaz y la ministra Calviño, para fundirse en un caluroso abrazo. Otra representación de la ministra cheerleader incluida dentro de las sesiones que la programación de las Cortes Generales nos viene ofreciendo con tanta regularidad en su escenario institucional para desolación de la ciudadanía.