Discurre Castilla-La Mancha por una especie de salón de sorteos donde cada día sus gobernantes, cuales niños de San Ildefonso, nos cantan decenas de millones con destinos dispares para situar a la región, según ellos, a la cabeza, vanguardia, progreso y desarrollo de casi todo. Malos tiempos para la lírica, mas aquí no "contra las rocas se estrellan mis enojos", como compusieron Germán Coppini y Teo Cardalda para Golpes Bajos, sino contra la retahíla de trovadores que permanentemente nos siguen hastiando con sus monsergas y enredos políticos por toda Castilla-La Mancha.
En efecto, son tiempos difíciles para Europa, España y Castilla-La Mancha, como reconoció recientemente el presidente de esta Comunidad, Emiliano García-Page, pero especialmente para esta tierra donde la mayoría de los indicadores económicos son particularmente adversos según diferentes firmas de análisis, con estimaciones de crecimiento del PIB muy por debajo de la media nacional, y una inflación disparada al 13,2 % en tasa anual, muy por encima de la media nacional, con precios de alimentos y bebidas por las nubes. En definitiva, un paisaje lamentable que ya resulta cotidiano entre los ciudadanos de esta tierra.
Mientras la recesión asoma en Europa espoleada por la crisis energética tras la invasión de Ucrania, en Castilla-La Mancha sus políticos prosiguen con un relato que nos seguirá torturando al menos hasta las próximas elecciones de mayo, donde tanto el PP como el PSOE ya anticipan su triunfo. Como en una novela de suspense, habrá que seguir expectante para ver como concluye el relato. Una crónica a la que no faltarán propagandistas, maquinadores, tránsfugas y traidores, aunque sería deseable que los intérpretes no utilicen a sus ciudadanos como rehenes de sus políticas e intereses y presten más atención a los cada vez mayores problemas de esta tierra. Una desesperante situación que se produce además en una de las comunidades con una de las rentas medias por hogar más bajas del país, más afectada por la pobreza energética y con menor subida de salarios por convenio colectivo, entre otros.
En un contexto como este no es extraño que el pesimismo cunda cada vez más entre los castellano-manchegos, dificultades que son endémicas en algunos casos a pesar de los cantos de sirena con los que cada día intentan seducirnos una bien nutrida y retribuida cuadrilla de rapsodas. Un discurso que está sirviendo para que el PP endurezca cada vez más su sermón, aprovechando el "botín electoral" que entienden supone el enfado ciudadano. Lo de Castilla-La Mancha va bien parece ser solo para aquellos a los que siempre les ha ido bien. Para la inmensa mayoría va cada vez peor, al menos para el 31,4 por ciento de la población residente en esta tierra que en 2021 estaba en riesgo de pobreza o exclusión social.