Los cajeros automáticos de Eurocaja Rural tienen mal de celos, una pelusa con la que se han contagiado estas máquinas por haberlas "marginado" de sus servicios, y dar Eurocaja preferencia al trato "humano y cercano" con sus socios y clientes antes que enviarlos al cajero. Y como mejor forma de protesta los terminales automáticos se han alzado en rebeldía al son de Celos, una rumba flamenca que Ricardo Gabarro (Junco) hizo famosa en 1986. Un mensaje conceptual recogido con buen tono dentro de un spot publicitario creado por la agencia Pingüino Torreblanca, que la cooperativa de crédito acaba de presentar, y con el que pretende subrayar el trato personal y de proximidad que ofrece la caja a sus clientes con la continua apertura de oficinas, alguna de ellas dentro de la España vaciada o única en la población.
La reducción de la red física de los bancos y el recorte consiguiente de plantilla viene siendo una tendencia en los últimos años debido al ahorro de costes que supone el cese progresivo de estos establecimientos. Un proceso de repliegue, acortado tras la consolidación de las últimas fusiones bancarias, que afecta más gravemente a aquellas zonas poco pobladas, municipios pequeños y núcleos rurales donde su población no tiene donde realizar las operaciones bancarias más elementales.
No hace tanto, la banca en este país exhibía una voluntad eufórica de aproximar sus servicios y productos al empresario, al jubilado, al profesional o empleado. En definitiva, al cliente que podía encontrar en su banco un admirador, un amigo, un esclavo, un siervo -sempiterna declaración de José Luis López Vázquez a Katia Loritz en "Atraco a las tres"-. Mas la perspectiva bancaria ha cambiado radicalmente, con la desaparición en los últimos 14 años de más de 22.000 oficinas y 100.000 empleos, según los últimos datos ofrecidos por el Banco de España al cierre de 2021, además de una reducción progresiva en los turnos de atención al cliente.
La desaparición de la oficina bancaria del paisaje urbano de nuestros pueblos y ciudades va camino de ser una realidad. Un proceso que la gran banca realiza para ajustar cuentas y rebajar costes a cambio de una mayor digitalización y servicios automáticos. Un medio, sin embargo, que no puede atajarse a costa de privar de los servicios más elementales del sistema a los desasistidos y perplejos ciudadanos -clientes seniors, en su mayoría- que por una razón u otra no pueden trasladarse a otros territorios más afortunados donde poder realizarlos. Tampoco, si es que lo encuentran, enviando a los excluidos a un arrinconado cajero para intentar efectuarlas.