No busque estos días de Semana Santa a los políticos de su tierra en sus respectivos despachos, será más fácil encontrarlos dándose fervorosos golpes de pecho en templos y catedrales o desfilando, cirio mediante, en procesión. La presencia de los poderes públicos en los ritos católicos y fiestas patronales es una constante que se transmite por todo el país y que tiene su culmen en esta semana de pasión. Diputados, corporaciones provinciales, alcaldes, concejales, Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado y hasta el Ejército se “movilizan” para rendir honores a las tallas de cristos y vírgenes que desfilan por nuestras plazas y calles.
También en Castilla-La Mancha donde la imbricación de la Semana Santa en la sociedad es tan grande que es difícil resistir a los principales dirigentes de los partidos a darse una vuelta por las procesiones de esta tierra. La excusa perfecta para que la ciudadanía identifique a sus políticos, que sepan quien les gobierna, o a esos otros, en la oposición, que ni dios sabe cómo se llaman, que es la mayoría. La comitiva política en la región ya ha comenzado visitando la Cofradía del Cristo de la Salud y la Hermandad de Regantes, en Talavera de la Reina; asistiendo al acto de bendición del nuevo paso de la Hermandad El Encuentro, en Ciudad Real; a la misa de Domingo de Ramos en la Catedral de Albacete y Toledo; a la procesión el mismo día en Azuqueca de Henares… Una agenda apretada que tendrá su continuidad a lo largo de esta Semana Santa.
La fe es un asunto muy respetable, incluso a pesar de Europa Laica con sus continuas críticas a las distintas administraciones por el “trato de privilegio” que dispensan a las celebraciones católicas y fiestas patronales de nuestros pueblos y ciudades. Clamar en el desierto. Hoy la Semana Santa, con siglos de antigüedad, ha ido perdiendo su sentido originario, convirtiéndose en un festejo popular cada vez más alejado del mensaje religioso. Las calles de hoy, seamos realistas, no se llenan mayoritariamente de fervorosos creyentes, se atestan de turistas, celular en mano, que quieren revivir y retener un espectáculo que ancla a su país con una historia de siglos. Una representación que con su presencia hace rebrotar el talante populista de nuestros políticos, un aroma que estos días recorre con fruición por procesiones, templos y catedrales de Castilla-La Mancha.