Inés y el reparto de sillas
Cuando hace unos días le pregunte a Inés Arrimadas dónde está el secreto de su éxito para que las encuestas le sitúen como ganadora de las elecciones catalanes salió al paso matizando, inmediatamente, que no es un éxito suyo sino de su formación política y añadió, sin darse un respiro, que “Ciudadanos es un partido sin mochila, con las manos libres y limpias, sin complejos, preparado, con un proyecto y con gente que ha trabajado en el mundo real y tiene propuestas sensatas”, insistiendo en que “no hacemos promesas imposible, sino realistas y reformistas.
El 21-D podía haber sido su gran oportunidad para demostrar todas esas cosas. Tenía y tiene los ingredientes perfectos para triunfar: es joven, bien preparada, de verbo fácil y con un discurso ideológicamente bien amueblado, de centro en estado puro. Licenciada en Derecho y Administración y dirección de Empresas con un postgrado en Gestión Empresarial y negocios internacionales. Es Consultora estratégica de profesión, fue galardonada como subcampeona en la categoría de "Joven europeo del año" en 2014 y desde entonces, no ha parado de ascender profesional y políticamente, hasta llegar a ser la portavoz de la ejecutiva nacional, líder del partido catalán, y ahora ganadora de las elecciones en Cataluña en votos y escaños, con un resultado histórico porque por primera vez un partido constitucionalista en Cataluña logra vencer al independentismo. Sin embargo, el descalabro de sus posibles aliados, especialmente el PP, convirtieron su éxito en una amarga victoria y la noche electoral para ella y otros muchos, lejos de ser plácida, se transformó en pesadilla.
Con Inés, cuando la entrevistas no hay preguntas sin respuesta y no tiene pelos en la lengua a la hora de desenmascarar a los independentistas. Aun así al final de la campaña mantuvimos una conversación telefónica y se mostró prudente. Me dijo que ella no pensaba repartir la piel del oso antes de cazarlo ni sillas antes de tenerlas, aunque confiaba en poder conformar un gobierno constitucionalista liderado por quien más votos consiguiera para así no enredar a Cataluña en modo día de la marmota.
Pero no ha podido ser. En el “día después” se han sucedido las valoraciones y, se diga lo que se diga, la realidad de las urnas y las alianzas por espúreas ideológicamente que puedan resultar sitúan a los independentistas de nuevo en la cima del poder y al resto otra vez en la oposición. “Yo con quien tendría que sentarme es con quien ha ganado las elecciones que es la señora Arrimadas", contestó Rajoy cuando se le preguntó en la rueda de prensa posterior al consejo de ministros si se va a reunir con Puigdemont, que ha vuelto a las andadas pidiendo reunirse con el presidente del Gobierno en cualquier país de Europa.
No es por pintar el horizonte de negro, pero el hecho de que ninguno de los candidatos del independentismo, ni uno admitiera, ni por supuesto felicitara a la ganadora de las elecciones, nos da la medida de lo que nos espera. Las urnas han hablado y en democracia la aceptación de los resultados, sean los que sean, es una norma de oro, pero el panorama político se ha convertido en un sudoku de muy mala solución. De momento Ciudadanos ha dicho que no renuncia a liderar los contactos para formar Gobierno. "Vamos a ver qué pasa en las próximas semanas y qué hacen los separatistas". No vamos a adelantar escenarios. Veremos qué hace Carles Puigdemont. No se puede dar nada por hecho", dijo la candidata quejándose, y con razón, de que "Faltó una ley electoral justa", tras su “pudo ser y no fué”. Al menos le queda el regusto de haber sido la política más votada de Cataluña, incluso en el pueblo de Junqueras, y de haber conseguido una movilización enorme de los silentes.
Ahora nos daremos un mínimo respiro navideño y luego ¿qué? Una amiga mía, lingüista de profesión, cuando ya estaba casi todo el “pescado vendido” la noche electoral me escribío: “¿Entonces otra vez a la casilla de salida?
¡Que pereza!”. Pues eso.