Legislar con las tripas
Los datos suelen ser tediosos pero esclarecedores y si se trata de un tema tan sensible como la violencia machista más . Si de muestra vale un botón atención a estos datos : “Los juzgados españoles dictaron 12.975 sentencias penales por violencia de género entre enero y marzo de este año, de las que el 68,5% (8.892) fueron condenatorias. Esto supone un incremento de 2,3 puntos respecto a las condenas dictadas en el trimestre de 2017, que representaron un 66,2% del total. Este incremento de condenas es uno de los datos que arroja la estadística del Observatorio contra la Violencia Domestica y de Género, en la que un total de 37.829 mujeres aparecen como víctimas de violencia machista en las 39.586 denuncias presentadas en los juzgados durante este periodo. Las denuncias presentadas suponen una disminución del 2,3 por respecto a las que se registraron entre enero y marzo de 2017 (40.509)".
Estos datos significan, sin duda, que también algo está cambiando en la justicia a la hora de evaluar este tipo de delitos que han pasado de ser algo privado en una sociedad machista -que prefería mirar hacia hacia otro lado- a convertirse en un tema cada vez más repudiado, aunque el camino a recorrer es aun largo y será difícil.
"Legislar con las tripas no es bueno, pero tampoco es bueno legislar para las tripas", afirmó la nueva ministra de Justicia, Dolores Delgado, cuando fue preguntada sobre la necesidad de rectificar los delitos contra la libertad sexual tras la sentencia a La Manada. "La sentencia de La Manada está en el cauce procesal de los recursos, que es lo que procede. Tenemos que ser
muy fríos a la hora de iniciar reformas legislativas a partir de un hecho que a todos nos ha crujido por dentro", afirmó. Tal vez no le falta razón, pero con el argumento de que no es bueno legislar en caliente hemos visto que algunos buscan resquicios legales increíbles para que sus acciones delictivas tengan consecuencias leves o nulas.
El lunes la Audiencia de Navarra estudiará la puesta en libertad provisional de la Manada, a la espera de que se dicte sentencia firme, según piden sus abogados. Cuando el juicio estaba ya visto para sentencia recogí en esta misma columna a modo de análisis lo que muchos periódicos señalaban en sus editoriales y que hoy sigue siendo perfectamente válido. “Tanta degeneración moral asusta y avergüenza. No es fácil digerir que ninguno de los amigotes tuviera un arrebato de lucidez para rectificar. Pocos sucesos ejemplifican mejor la degradación y la bajeza de la que es capaz el ser humano que la presunta violación grupal sufrida por una joven de 18 años en los Sanfermines de 2016. El caso ha sido uno de los de mayor impacto en nuestro país en los últimos años, porque nos sitúa ante unos hechos repugnantes que tienen como agravante una monstruosa excepcionalidad. Si en sí misma una violación es uno de los traumas más duros que puede padecer alguien, con secuelas físicas y psicológicas que no se disipan nunca, faltan calificativos para definir el ataque colectivo protagonizado por cinco salvajes”. Eso lo dije entonces y lo reitero ahora.
Recuerdo, perfectamente, que nada más producirse los hechos hablé con el abogado de uno de los imputados -con quien coincidí casualmente en un programa de televisión- y se lamentaba del daño que los periodistas le estábamos causando a su defendido, que había tenido "relaciones consentidas" con la chica y me instó a que investigara la conducta de la víctima. Se me revolvió el estómago y le repliqué que debía ser muy complicado un trabajo consistente en defender lo indefendible con argumentos que apestaban a machismo rancio y barato además de constituir ¡claro está! gravísimos delitos. Durante el juicio conocimos algunos de los mensajes de WhatsApp que enviaron estos malnacidos al grupo de sus amigos para relatarles lo que habían hecho. “Follándonos a una entre los cinco. Todo lo que cuente es poco. Puta pasada de viaje", decía textualmente, por no hablar de las grabaciones de video que, según los abogados de la víctima, eran durísimas y difícilmente soportables.
No sé si como dice la ministra no es bueno “legislar con las tripas ni para las tripas” pero este caso ha abierto la puerta a un importante agujero negro. Las protestas sociales se sucedieron en toda España porque los acusados fueron condenados por abusos sexuales, y no por violación, al entender los miembros del tribunal que no hubo intimidación ni violencia. Tal vez las leyes estimen que la intimidación y la violencia no aparece en un acto tan brutal que dejó a la víctima paralizada, pero para mí humanamente se produjeron las dos cosas y por eso las leyes no deben dejar dudas en su interpretación.