Washintong o la Conchinchina
Se pueden dar las circunstancias políticas que se quieran, pero hay una regla básica en las democracias consolidadas y en cualquier estado de derecho: la separación de poderes. Por eso con el tema de Cataluña, por mucho que políticamente se intente entrar en una etapa de deshielo -y espero que no sea de cesiones intolerables-, la justicia lleva su ritmo y cada uno debe actuar de acuerdo a la responsabilidad que debe a la institución que representa.
Es verdad que el presidente de la Generalitat, el señor Torra, no se lo está poniendo fácil al presidente Pedro Sánchez en las vísperas de su primer encuentro en Moncloa. Primero fueron las exigencias de subir a los políticos presos a cárceles de Cataluña, de restablecer la independencia financiera y permitir la reapertura de las mal llamadas embajadas catalanas y después ha venido el numerito con el embajador Morenés.
“Torra aprovechó la inauguración de un festival folclórico en Washington para cuestionar la calidad democrática de España, acusar de "represión" al Estado, pedir la liberación de los "presos políticos" y denunciar que Puigdemont se encuentra en el "exilio". La contundente respuesta de Morenés, que desmontó las mentiras que los independentistas repiten en su demagógica campaña propagandística por todo el mundo, provocó que Torra y sus acompañantes abandonaran el acto con irrespetuosos abucheos al embajador. En el poco tiempo que lleva al frente del Govern, Torra ha dado muestras inequívocas de querer mantener el desafío soberanista y el enfrentamiento institucional, de ahí que Josep Borrell calificara lo sucedido como "un incidente que veíamos venir". El ministro de Exteriores defendió la respuesta de Morenés y censuró los ataques de Torra a la democracia española...”, se podía leer ayer en el editorial de algún periódico que también afeaba al presidente del gobierno que no hubiera dado una respuesta más contundente sobre el asunto y defendido sin ambages al embajador español.
Y mientras la política sigue su curso la Justicia no para. El juez Pablo Llarena ha reclamado a los 14 ex miembros del gobierno catalán procesados que presenten la fianza de 2,1 millones de euros que fijó en su auto. El magistrado les da un plazo de dos días para hacerlo antes de proceder al embargo de sus bienes hasta cubrir esa cantidad. Se trata de una fianza solidaria, es decir, debe cubrirse entre todos y es reclamable a cualquiera de ellos. La cantidad exacta exigida es de 2.135.948 euros y corresponden al dinero público presuntamente gastado en el referéndum ilegal (1,6 millones según el auto de procesamiento), incrementado en un tercio, como exige la ley, para asegurar que la cantidad se cubre ante una eventual condena.
Los afectados por la fianza son Carles Puigdemont Oriol Junqueras, Jordi Turull, Raúl Romeva, Meritxell Borrás, Clara Ponsati, Antoni Comín, Joaquim Forn, Josep Rull, Lluís Puig, Carles Mundó, Dolors Bassa y Santi Vila y todos deben responder económicamente por el asunto.
Más allá de la cuestión pecuniaria, que no es moco de pavo si fueran ellos quienes pagaran las fíanzas, el gobierno viendo cómo se las está gastando Torra, le ha instado a replantearse la utilidad de mantener la tensión. El presidente desde Bruselas dijo que entre el diálogo y la bronca el gobierno escoge el diálogo y a buen entendedor pocas palabras bastan. “La pregunta que se tenía que hacer Torra es que bien hace a los catalanes a los que representa trasladando ese tipo de bronca en Estados Unidos y que gane España también con eso. “¿De verdad ganamos algo en términos de reputación e imagen?”, dijo Pedro Sánchez. La respuesta es que nada, absolutamente nada, salvo que los independentistas han vuelto a tener su pequeño minuto de gloria en las televisiones, pero cada vez se le hace menos caso y ya casi nadie les presta atención, como suele hacerse con todos los que sobreactúan.
Cada vez es más evidente que el president ha querido crear un conflicto en un foro que agrupa a lo más rico y liberal de Washington, que es justo el colectivo al que el soberanismo catalán quería seducir porque al fin y al cabo la pela es la pela. Sea como fuere, lo que ha conseguido es poner una importante piedra en el camino para la reunión de Moncloa, o tal vez lo que pretende es dinamitarla antes de que se celebre ¡que todo puede ser!
El conflicto sigue, con un gobierno o con otro porque no hay más ciego que quien no quiere ver y la realidad vista por los ojos de Torra es muy diferente a lo que ve la inmensa mayoría de la gente, incluidos los que dice defender, que ya no ocultan que el personaje no está a la altura del momento y de las circunstancias. Morenés cumplió con su deber y Torra se mostró tal y como es, sea Washington o en la Conchinchina ¡No hay más cera que la que arde!