Hacerla y pagarla
La UGT acaba de celebrar su 130 aniversario convirtiéndose en el segundo sindicato más longevo de Europa. Con tal motivo he entrevistado para El Economista a su líder Josep María Álvarez ( Belmonte de Miranda, Asturias, 1956 ), a quien todos en su entorno le llaman Pepe, haciendo honor a su fama de hombre campechano y sencillo que tiene un discurso de sindicalista en estado puro, sin ninguna concesión a la galería, pragmático y resolutivo.
Se muestra relativamente contento porque ha conseguido lo que parecía casi imposible, elevar el nivel de afiliación, en descenso desde hace tiempo. Eso supone un soplo de esperanza para los sindicatos que, en general, parecen adormecidos o más interesados en mirarse su propio ombligo, o en defender a los trabajadores cubiertos por una nómina que en conseguir derechos para quienes no los tienen a causa de los estragos de la crisis. Sea como fuere, cuando le preguntas a bocajarro dónde ha estado el secreto del éxito de su sindicato para llevar tantos años en primera línea se refiere a los principios fundacionales. "La UGT es un árbol que tiene unas raíces profundas, que ha estado presente en la conquista de la democracia y de los derechos de nuestro país. Las jornadas de 8 horas, la eliminación del trabajo infantil, el derecho a vacaciones, o la propia organización internacional del trabajo entre otras muchas cuestiones forman parte de nuestro legado", afirmaba orgulloso de lo que es y representa.
A Pepe Álvarez, el hecho de haber liderado durante un cuarto de siglo la UGT catalana y llevar afiliado al sindicato desde el 75, le han curtido en batallas laborales de todo tipo y según dice no está dispuesto a bajar la guardia, especialmente en los temas de corrupción. Durante la entrevista se trataron todos los temas de actualidad y como no podía ser de otro modo le pregunté por el caso Fernandez Villa, cuyo juicio se ha celebrado recientemente, e insistí en preguntarle si nadie está a salvo de contaminarse de ese cáncer que ha invadido nuestra sociedad . Él, tras arremeter inmisericorde contra los ladrones camuflados bajo el traje de honrados ciudadanos, me reconoció que nadie, en ninguna organización, está a salvo de que puede haber quien meta la mano en la caja. "No hay ninguna estructura que pueda garantizar totalmente que no haya nadie que meta la mano, pero lo importante es tener mecanismos de control que permitan que todo el mundo tenga la certeza de que si la hace se le va a descubrir y lo va a pagar", afirmó textualmente.
Esa máxima de "quien la hace la paga" la llevo oyendo muchos años a políticos de todos los colores, pero cada vez que sale un nuevo caso lo normal es que se salde expulsando al ladrón -con mayor o menor celeridad- y mirando hacia otro lado enseguida para que nadie se vea salpicado. Los ciudadanos, según aparece invariablemente en todas las encuestas, ya no estamos dispuestos a seguir aceptando, sin inmutarnos, que las arcas del Estado sean saqueadas por políticos de medio pelo, representantes cutres y advenedizos de altas instituciones, empresarios sin escrúpulos o sindicalistas desalmados. Aquí estamos hasta los pelos del saqueo de las cuentas públicas y ni los partidos, ni los empresarios, ni los sindicatos, ni nadie que reciba un euro público se puede ir de rositas si lo malgasta o llevárselo crudo sin que haya consecuencias penales. Cada día es más evidente, como dice Pepe Álvarez, que quien la hace debe pagarla, por supuesto, pero también tienen que devolver lo robado hasta el último céntimo y cualquier condena penal que no contemple la devolución, no será justa en la completa acepción de la palabra. Si no es así seguiremos en las mismas.