Mentiras arriesgadas
Lo mejor, sin duda, de la “nueva política” es que se ha elevado y ¡mucho! el listón de exigencia a los políticos y sobre todo que en nuestro país las mentiras ¡por fin! no se toleran. A la ministra de Justicia le está ocurriendo lo que a sus compañeros dimitidos: que ha mentido, reiteradamente, sobre su relación con ese tipo escurridizo y peligroso que, inicialmente dijo no conocer, tal vez porque era un secreto a voces que el comisario José Manuel Villarejo no era trigo limpio. Las conversaciones reproducidas por el diario moncloa.com de una comida en la que participó el comisario, Baltasar Garzón y Enrique García Castaño demuestran que ese no fue un encuentro entre extraños -como afirmó Dolores Delgado- sino que existía una complicidad evidente entre todos que está muy lejos de una reunión casual que la ministra primero negó y luego terminó por admitir. La entonces fiscal y el comisario llegaron a tildar de “maricón“ al hoy ministro del interior Fernando Grande-Marlaska en alusión a la condición sexual de su compañero y ademas se jactaba de preferir los "tribunales de hombres porque son transparentes".
"Las mentiras tienen las patas cortas y claro si te pillan y eres político estas en un apuro y más ahora tras volatilización del bipartidismo", me comentaba una persona que tuvo altísimas responsabilidades en Interior cuando Villarejo estaba en activo y “todos sabíamos que su nivel de vida estaba muy por encima de su condición de comisario”. Está claro que para la responsable de Justicia la existencia de una pieza separada del caso investigado por la Audiencia Nacional, que la podría relacionar con el comisario, se ha convertido en algo más que un dolor de cabeza.
Teniendo en cuenta que Villarejo está en prisión provisional nada menos que por organización criminal, cohecho y blanqueo de capitales y que según las grabaciones sus encuentros tenían un tono demasiado distendido y familiar la sombra de la sospecha se extiende y amplia cada día.
En el comunicado hecho público por el ministerio tras verse salpicada por el caso Tanden se describe al comisario jubilado como presunto autor de delitos muy graves cuya estrategia por procesal consiste en atacar al Estado “primero cada cargo contra la jefatura del Estado con grabaciones relacionadas con el rey Emérito. Ahora al ejecutivo en la persona de la ministra de justicia", se podía leer. Pero, al final, el asunto no es ese sino la mentira.
Yo siempre he creído que es falso que una mentira repetida mil veces se pueda convertir en verdad, aunque, en apariencia, lo sea. Claro que hay mentiras incendiarias que pretenden caldear los ánimos para arrimar el ascua a la sardina ideológica de algunos, sin medir las consecuencias pero igualmente hay verdades a medias o medias mentiras y si te pillan y tienes un cargo público no debería haber casi nada que hacer.
Thomas Jefferson decía lo obvio, que nadie abandona el cargo de presidente con el mismo prestigio y respecto que le llevo ahí porque el poder desgasta a todos en la medida que pasa el tiempo, pero el asunto es que ahora ya no hay tiempo que valga y si el pasado complica la vida pública es mejor decir la verdad, porque en muchas ocasiones no son los hechos sino las mentiras públicas lo que los ciudadanos castigan. Elmpresidente americano insistía en que existe una sola ética sin divisiones y que ni siquiera los políticos y hombres d Estado tienen derecho a una moral especial. “Los Estados deben regirse por los mismos criterios éticos que los individuos. Los fines políticos no justifican medios inmorales”, se leía en los escritos del principal autor de la declaración de independencia de Estados Unidos de 1776 y hoy varios siglos después eso tiene plena vigencia.
Si los fines políticos no pueden justificar medios inmorales, los criterios de los políticos como individuos deben ser éticos y las mentiras no lo son. Muchos creen que la mentira tiene en la política su gran oasis porque hay falacias, manipulaciones, triquiñuelas y malas artes pero la condescendencia que se ha tenido con los representantes públicos y la clara separación entre su faceta pública y privada está llegando a su fin.
Queremos políticos ejemplares y también ejemplarizantes y si uno miente sobre su currículum o quiere ocultar, por lo que sea, que en algún momento ha podido tener amistades que con el paso del tiempo se convirtieron en peligrosas tiene muchas papeletas para quedarse en el camino. Hay mentiras arriesgadas por las que se paga un alto precio y la ministra lo debe saber.