De marqueses y obreros
Sabíamos que habría adelanto electoral y ya hay fecha: el 2 de diciembre los andaluces están convocados a las urnas y con el anuncio de Susana Díaz todos los partidos se han puesto manos a la obra para engrasar una maquinaria que no para un instante con una inestabilidad política que no da un respiro. Dicen los analistas que lo que hace la presidenta andaluza es huir como de la peste de la política nacional y su sobresalto diario desde que el PSOE llegó a Moncloa. Tal vez sea cierto pero, de uno u otro modo, las elecciones tocaban en marzo y un adelanto de tres meses no es nada, si acaso puro tacticismo. Sabíamos que iba a ocurrir desde que sus compañeros de viaje en la última legislatura, Ciudadanos, rompieron las relaciones a principios de septiembre, en un simulacro de alejamiento por incumplimiento que nadie se creyó, pero que suele ser el ritual ordinario cuando dos partidos ideológicamente distintos van de la mano y hay elecciones a la vista.
Lo suyo con los de Albert Rivera ha sido un pacto de legislatura tranquilo, sin grandes sobresaltos y, según dicen los próximos, si no consigue la mayoría suficiente para gobernar en solitario su escenario ideal sería repetir el acuerdo con una diferencia, sustancial: que Ciudadanos ya ha dicho que en aquellos gobiernos donde necesiten su apoyo, quiere su cuota parte del pastel, es decir, incorporarse como miembro de pleno derecho en los gobiernos y no se conformará, sin duda , con poca cosa. "El PSOE gana en nueve de cada 10 pueblos de Andalucía", suele decir Susana Díaz cuando le preguntan si es optimista y seguramente ese fue el argumento que utilizó al informarle a su “enemigo íntimo” Pedro Sánchez -contra el que perdió las primarias- su decisión.
Sea como fuere, un vez que se ha dado el pistoletazo de salida de la cita electoral todos los políticos pedirán en las elecciones andaluzas que las urnas se les llenen de votos. No es de extrañar porque las elecciones son y, deben ser siempre, una fiesta de la democracia, el momento álgido de los ciudadanos donde con su voto decidirán el futuro que les espera y a mayor participación “más posibilidades de romper el bipartidismo”, dicen los nuevos partidos. Ahora todos insistirán en que las elecciones son la gran cita autonómica con las urnas, que hay que ir a votar no sólo por un sentido ciudadano y cívico sino, sobre todo, por un sentido de la responsabilidad individual y colectiva. Es verdad que quien mira hacia otro lado, quien no quiere participar para mostrar su indignación o quien cree que absteniéndose está dando un toque de atención a unos políticos que sienten lejanos se equivoca. Pero no se trata solo de votar sino también de hacerlo con un sentido crítico, sea cual sea la opción que se elija.
Al final cada uno contará la feria según le va y venderá a los andaluces una realidad pasada por su filtro ideológico. Cuando pienso en eso, siempre recuerdo como el genial Indro Montanelli se las ingenió para definir el tipo de comunismo que podía plantear un partido, como el PCI, que estaba dirigido por el aristócrata Enrico Berlinguer. Este noble sardo ofreció una vez una entrevista en su gran mansión a un periodista que no pudo evitar preguntarle, tras observar su holgado modus vivendi, sí era coherente su estándar de confort con su condición de comunista. La respuesta del secretario general del Partido Comunista Italiano, fue totalmente esclarecedora. "El comunismo que yo propugno no consiste en que los marqueses tengan que vivir como obreros, sino en que los obreros puedan llegar a vivir como marqueses". Tomando esta consideración como ejemplo de que cada ideología puede presentarse según el cristal con el que se mire, no resultaría extraño que algunas de las cosas que se digan durante estos días en las precampaña de las andaluzas puedan darse la vuelta como un calcetín dependiendo de quien las tenga que llevar a cabo.
El miedo a perder el poder que tiene el PSOE en esa tierra -cuyo feudo ha conservado pactando con otros aunque no haya ganado las elecciones- es un factor importante y el pánico a seguir otra legislatura más calentando el banco de la oposición puede costarle a sus adversarios su carrera política, por lo que será una contienda electoral a cara de perro. Y mientras, en Cataluña cayendo chuzos de punta y en Madrid con un gobierno de 84 diputados obligado a pactar día a día para mantenerse. ¡Qué estrés!