Escupitajos, gargajos y esputos parlamentarios
Me encontré con el ministro Josep Borrell justo cuando salía del hemiciclo del Congreso de los Diputados, tras producirse el "momento escupitajo" con el diputado de Esquerra Republicana de Cataluña. Tenía la cara desencajada, como la que se pone cuando has vivido un momento de tensión, y en ningún caso pensé que podría tratarse de un acto de disimulo y sigo pensando lo mismo. El ministro de Exteriores es un político de raza, que ha pasado por muchas batallas y rifirrafes políticos y no tiene ninguna necesidad de fingir nada ni de hacer una sobreexposición sobre nada, porque es un hombre respetado por todos y ahí está su trayectoria política para demostrarlo. Cuando le pregunté que había pasado me dijo, tras hacerme un relato del momento, que ese era el nivel de quiénes dicen llamarse representantes de los ciudadanos e insistió en su concepto de serrín y estiércol ya utilizado contra el rufián Rufián, para definir hacia dónde quieren llevar a la Cámara algunos diputados independentistas. El ambiente que en esos momentos se vivió en los pasillos del Congreso era espeso y apestoso, como un esputo, dentro y fuera del Hemiciclo. Los periodistas estábamos asombrados y casi abochornados al contemplar el nivel penoso, chusco y barriobajero que algunos diputados pretenden imprimir al Parlamento.
A mí personalmente me da igual si hubo escupitajo o solo ademan de escupir, porque la intención era la misma: la de faltar al respeto de la forma más rastrera posible a un representante del gobierno de España y por lo tanto a alguien que representa y cree en el Estado de Derecho a quienes los golpistas del 1-0 quieren sabotear. “Usted no es un ministro, es un hooligan de Sociedad Civil Catalana, una vergüenza para su grupo parlamentario porque es una organización de extrema derecha”. Había dicho el rufián Rufián en su turno de palabra para añadir, a continuación, calificativos de fascista y otras lindezas similares contra el ministro y su grupo parlamentario, comparándoles una y otra vez con el de Ciudadanos. Era un show más del diputado de ERC al que nos tiene acostumbrados, porque ante la falta de propuestas, de altura parlamentaria de formación política o simplemente de educación, prefiere mantener alto el foco mediático con sus salidas de tono y sus numeritos de bufón. Hizo aspavientos, puso sus brazos en cruz, dando entender que le crucificaban, y lanzó con su lengua viperina todo tipo de improperios de esos que, supongo, también utiliza en su casa con su familia o en el bar con sus amigotes para sacar pecho de su matonismo al estilo de los mafiosos. Cuando ¡por fin! consiguió ser expulsado del Hemiciclo y logrado su minutito de gloria se fué acompañado de los otros amigotes y uno de ellos, un tal Jordi Salvador - que para su desgracia no tiene precisamente ocho apellidos catalanes-, lanzó el escupitajo físico o imitado ¡que más da!
Creo, como otra mucha gente, que como los independentistas catalanes han fracasado en su empeño de poner en marcha su Arcadia republicana están desesperados, tienen a su líderes en la cárcel a la espera de juicio y una vez que ha decaído, por inviable , su idea de dar un golpe de estado por que el Estado es fuerte y ellos están débiles, a la desesperada necesitan excitar los ánimos incendiando el Congreso. Por eso llaman fascistas a todo el que se mueve, intentan echar gasolina a cualquier fuego político para a ver si prenden el Hemiciclo y a base de provocar se llegue a las manos y debilitan una institución que quieren laminar. De ser así siempre podrán decir lo que han dicho ahora que los culpables son sus adversarios y que , en definitiva, como el escupidor Salvador le dijo a la presidenta del Congreso que el ofendido es él y por lo tanto el ministro debe pedirle perdón.
Cualquier excusa es buena para montar la bronca y lo lamentable es que, entre todos, les hacemos el juego. Por la parte que me toca entono el “mea culpa” porque los periodistas dando pábulo a los números circenses engrandecemos el asunto, pero también les hacen el caldo gordo el resto de los grupos parlamentarios que en vez de mirar hacia otro lado -como lamentablemente ha hecho incluso el Partido Socialista con Borrell- deberían poner pie en pared en pared y hacer del más absoluto de los desprecios un arma política potente. Quienes quieren cargarse la institución parlamentaria, quienes no creen la separación de poderes ni en la Constitución, dudo mucho que hagan cualquier tipo de acto que ayude a consolidar el Estado de Derecho. Ellos solo creen en eel “cuanto peor mejor” y cuanto más números montan y más sensación de inestabilidad plantean mejor para sus intereses de que todo salte por los aires. He mirado en el diccionario por curiosidad el significado y los sinónimos de la palabra escupitajo : gargajo, esputo, flema, salibazo, expectoración. En una de sus acepciones la palabra significa echar por la boca una cosa repugnante o despreciable y eso define muy bien lo que algunas de sus señorías hacen. Tal vez si se les impusiera una sanción económica importante cada vez que utilizan el Parlamento a modo de taberna de indeseables se les quitarían las ganas de seguir montando numeritos. A veces lo que toca el bolsillo surge más efecto que cualquier otra cosa y la presidenta del Parlamento Ana Pastor debería tomar nota y probar esa fórmula.