Transición o transacción
Hace tiempo leí y guardé un artículo de Juan Sánchez González, profesor de Historia contemporánea de la Universidad de Extremadura, donde se sostenía que lo que se dilucida ante la grave crisis política que padecemos no es un cambio de modelo porque no aparecen concebibles alternativas a la democracia, si no la calidad de nuestra democracia, siempre susceptible de mejora, pero también de ostensible empeoramiento. Me gustó la idea porque, efectivamente, la crisis económica se llevó por delante muchas cosas y fue un campo abonado para los aventureros de la política, aunque yo no soy de las que pienso, a pesar de todo, que España pueda cuajar un modelo a la italiana.
Las elecciones andaluzas han supuesto una conmoción política ya no solo porque las urnas le han dado el PSOE un duro castigo -hasta el punto de que los socialistas puedan perder el Gobierno después de casi cuatro décadas en el poder- sino por la irrupción con fuerza de VOX que para la izquierda es como la reencarnación de todos los males, al situarles ideológicamente en la extrema derecha más reaccionaria. Dos días antes de las elecciones, entrevisté para El Economista a Santiago Abascal quien, en ese momento, haciendo un pronóstico positivo, situaba en torno a ocho diputados la representación que podía obtener y que al final han sido doce. Cuando le pregunté abiertamente por su ideología y la de su partido me dijo textualmente esto:
P.- ¿Es o no cierto que Vox y usted representan a la extrema derecha en este país?
R.- Nosotros no nos identificamos con ninguna de las etiquetas que se nos están poniendo, que están muy alejadas de nuestros planteamientos. Para desgastarnos nos acusan de ser de extrema derecha, y nos tratan de llevarnos a un rincón de la política que no nos define.
P.- Una curiosidad, ¿qué siente usted cuando sus adversarios le tachan de “facha” por la calle?
R.- Me llaman facha para insultarme e incluso lo hacen delante de mis hijos, y casi siempre quien me insulta falsamente es gente de la extrema izquierda, que defiende un sistema totalitario comunista. Yo critico el fascismo y el nazismo, pero estoy permanentemente estigmatizado por una parte de los medios de comunicación que me califican como extrema derecha, y sin embargo, a Pablo Iglesias, que abiertamente se declara comunista, no le califican de extrema izquierda. La doble vara de medir, con Vox y con Podemos, es evidente.
P.- En resumen, que usted es a la derecha lo que Podemos a la izquierda…
R.- En este país existe esa superioridad moral de la izquierda que resulta paradójica, pero los términos izquierda y derecha están bastante desgastados, nuestra discrepancia con Podemos no es por el debate entre la izquierda y la derecha, sino sobre todo por cuestiones relativas al orden constitucional y al sistema democrático. Podemos quiere lesionar nuestro sistema con una democracia plebiscitaria, quieren violentar los procedimientos y los mecanismos de reforma de las leyes, y quieren juicios populares. Este no es un debate entre izquierda y derecha, sino entre totalitarismo y libertad, y en Vox estamos del lado de la libertad.
P.- ¿Pero usted a sí mismo como se define ideológicamente?
R.- Me cuesta definirme. Soy un español que afronta los problemas desde el sentido común y la racionalidad, y con los valores que le han enseñado sus padres, como a muchos otros españoles. Ahí puedo encontrarme con conservadores, liberales e incluso con socialistas moderados que apoyan la cohesión nacional y la igualdad de los españoles por encima de consideraciones ideológicas. No encuentro una vieja etiqueta ideológica para definirme a mí y menos aún para definir a un partido como Vox.
P.- Pues si no quiere hablar de ideología, dígame cuáles son las señas de identidad de Vox y quienes le financian…
R.- Nuestras señas de identidad tienen que ver con la defensa de la unidad nacional, como uno de los principales valores para que exista un marco de convivencia que, históricamente han caracterizado a la nación española: la libertad, la igualdad de los ciudadanos en todo el territorio nacional, la defensa de la propiedad privada y del imperio de la ley, así como el Estado de derecho y la separación de poderes. En cuanto a la financiación, nosotros nos nutrimos de las cuotas de los afiliados.
Posteriormente desgranaba punto por punto su programa electoral en temas como la inmigración donde curiosamente me dijo lo mismo que Artur Mas en una entrevista que le hice cuando era presidente de la Generalitat. “Aquí no caben todos,” afirmó refiriéndose a la política de puertas abiertas que defendió en su día José Luis Rodríguez, y como es lógico se armó la marimorena. Sea como fuere Vox está aquí para quedarse y eso ha ocurrido por varios motivos.
Estos días que celebramos el 40 aniversario de la Constitución es buen momento para reflexionar en que nos hemos equivocado para que la política se esté polarizando hacia los extremos. Es cierto como decía el profesor de Historia que “durante un tiempo se presentó a la Transicion española como modelo ejemplar, incluso exportable, pero pronto se atenuó el diapasón y con el paso de los años el modelo se ha sometido a un exagerado cuestionamiento, tanto en los ámbitos políticos como académicos o mediaticos.”
Es verdad que algunos han incidido en conjurar transición con "transacción" e incluso "traición" subrayando la importancia perniciosas de pactos, claudicaciones y componendas y el carácter oligárquico y opaco de los centros de poder y decisión. No digo yo que para un sector de la población esto no sea así, pero los que vivimos la Transición sabemos de la importancia del consenso y el pacto y lo que eso supuso de renuncia ideológica para algunos cuyas convicciones parecían inamovibles. Yo he sido una de las que elogiado los pactos de la Moncloa y la importancia que tuvieron para sacar a España de una situación económica nefasta en un momento políticamente muy complicado y sigo pensando lo mismo.
Desde luego no hay ni un solo ciudadano en este país que ante la pregunta de si los partidos políticos tienen que pactar y entenderse responda con un " no", el problema es cuando desciendes a la letra pequeña y y la palabra pacto se utiliza como una trampa para atacar al adversario. Aquí nadie quiere pactar con nadie y esa es la cruda realidad. En Andalucía ahora el PP quiere formar gobierno con C's para sacar adelante la legislatura pero ni se fía de los de Albert Rivera ni de los de VOX , antaño compañeros de filas y hoy más enemigos que adversarios. El PSOE por su parte bastante tiene con contener las hostilidades que su debacle electoral ha provocado entre los 'Pedristas' y los 'Susanistas', una enemistad que no hace sino crecer y lo mismo ocurre en Podemos con Teresa Rodríguez y Pablo Iglesias. Así pues, la única certeza es que el bipartidismo es historia y que a partir de ahora cuanto más extremen las posiciones más difícil será conseguir acuerdos y conformar gobiernos fructíferos y duraderos.