Periodismo de alto voltaje
No pude ir a la concentración delante del Tribunal Supremo, pero sí soy una de las firmantes del escrito dirigido al Consejo General del Poder Judicial denunciando lo ocurrido a unos colegas en Palma de Mallorca como un ataque grave a la libertad de expresión y una insólita intromisión en el ejercicio de nuestra profesión. Aplaudo la decisión del Diario de Mallorca y de la agencia Europa Press de presentar ante el TSJ de Baleares una querella contra el juez que ordenó la incautación de material de ambos medios de comunicación en el contexto de la investigación del llamado caso Cursach, que investiga una presunta trama de corrupción policial y política en torno al empresario nocturno Bartolomé Cursach. La querella se ha presentado por los delitos de prevaricación judicial, contra la inviolabilidad de domicilio y contra el ejercicio del derecho al secreto profesional del periodista.
Aunque somos muchos los periodistas que hemos alzado la voz por la actuación judicial, no es un caso de corporativismo ni mucho menos. Con este tema y con esa actuación se ha cruzado una línea roja importantísima para el derecho a la información y la libertad de expresión y las consecuencias pueden ser nefastas. Que un juzgado de instrucción ordene requisar los teléfonos móviles y ordenadores de dos periodistas que cubren habitualmente información sobre tribunales para aclarar el origen de una filtración nos deja a todos al pairo porque se crea un precedente intolerable. Aunque fue el juez Miquel Florit -que se hizo cargo del tema tras la recusación del anterior magistrado- quien ordenó el registro de las sedes de Europa Press Baleares y de Diario de Mallorca para decomisar el material, la orden contaba con el aval de la fiscalía, lo que agrava aún más la cuestión.
No viene mal recordar el artículo 20 de la constitución española que dice textualmente lo siguiente:
1. Se reconocen y protegen los derechos:
- A expresar y difundir libremente los pensamientos ideas y opiniones mediante palabras el escrito o cualquier otro medio de reproducción.
- A la producción y creación literaria artística científica y técnica.
- A la libertad de cátedra
- A comunicar o recibir libremente información veraz por cualquier medio de difusión. La ley regulará el derecho a la cláusula de conciencia y al secreto profesional en el ejercicio de estas libertades
2. El ejercicio de estos derechos no puede restringirse mediante ningún tipo de censura previa.
Es verdad que más adelante, en el apartado 5 del artículo, se dice textualmente “que sólo podrá acordarse el secuestro de publicaciones, grabaciones y otros medios información en virtud de resolución judicial”, pero ni muchísimo menos un caso como el que nos ocupa obedece a el espíritu de esta consideración. Además, hay muchas sombras de sospecha de porqué se ha procedido de tal manera contra estos colegas, dada las actuaciones que se investigan y las artimañas alegales del empresario mallorquín de la noche.
Pertenezco a una generación de periodistas que tenemos tinta en las venas, que hemos vivido nuestra profesión casi casi como un sacerdocio, con una entrega llena de renuncias personales y familiares que solo se puede soportar cuando te apasiona lo que estás haciendo. Somos una generación de periodistas de acción, a quienes casos como el Watergate nos iluminó durante años como el objetivo a lograr ejerciendo el contrapoder contra los poderosos, fueran quienes fueran. A todos nos hubiera gustado estar en los zapatos de Bernstein y Woodward, los periodistas que llevaron hasta el final, en mitad de presiones indescriptibles, el caso que culminó en la dimisión y el desprestigio del presidente Nixon y, cada uno en nuestra medida, queríamos llegar a obtener un premio Pulitzer y escribir Todos los hombres del presidente.
Alguna veces he comentado que -sin ánimo de caer en la nostalgia y sin hacer comparaciones porque no creo, ni mucho menos, que cualquier tiempo pasado sea mejor-, quienes hemos mamado el periodismo de adrenalina, que aprendimos peligrosamente la forma de sortear censuras y presiones, luego no hemos sabido mantenernos en nuestro sitio y hemos ido haciendo cesiones frente a los nuevos poderes y las nuevas formas de comunicación. Es muy difícil hacer periodismo de investigación a base de tweets, y menos aún explicarlo en 130 caracteres.
Es muy complicado conseguir un auténtico bombazo un scoop periodístico en lo que dura un canutazo de televisión y lo peor es que las empresas de comunicación apenas apuestan por ello porque ese periodismo es caro, requiere tiempo y no se hace con mileuristas. Pero sobre todo es muy difícil hacer periodismo de alto voltaje si no hay empresarios dispuestos a jugarse el tipo para que se sepa la verdad, por dura que sea, y además sean inmunes a las presiones. Es verdad que a nuestros colegas de Palma sus jefes les han apoyado ¡faltaría más! porque les han incautado sus teléfonos y sus ordenadores no solo en un grave atentado contra la libertad de expresión, sino también como forma de amedrentamiento, y esa decisión judicial está claro que perjudica a todos los ciudadanos.
Sin prensa libre y sin periodistas no hay libertad ni democracia. Y los jueces deberían saberlo.