Europa en su laberinto
En los últimos días he tenido ocasión de hablar con varios eurodiputados, de distintos partidos políticos, sobre los dos temas que más preocupan a los socios comunitarios: el Brexit y la respuesta a lo que está ocurriendo en Venezuela. El eurodiputado del PP Esteban González Pons suele decir que, hoy más que nunca, debemos recordar qué es y qué representa el proyecto comunitario: “Europa es respeto a la dignidad humana y los derechos humanos, es libertad, democracia, igualdad y Estado de Derecho. Europa es diversidad, pluralismo, no discriminación. Europa es tolerancia, justicia y solidaridad. Europa es la Roma y la Grecia clásicas, es la convivencia de religiones. Es la ilustración y el renacimiento, el pensamiento científico y la revolución francesa. Europa es parlamentarismo, la democracia liberal, la división de poderes y el sufragio universal. Europa es el multilateralismo, el diálogo y la búsqueda constante de la Paz. Europa es el Estado social y del bienestar, por y para las personas. Europa es justamente todo aquello que ni son ni pueden llegar a ser jamás los nacional-populistas".
Yo comparto completamente sus palabras, pero siempre tengo la sensación de que la vieja Europa está anquilosada, es lenta de reacciones, suele llegar tarde y mal a la resolución de los problemas y de ahí el aumento imparable de los euroescépticos. Siempre, siempre, la Europa de los mercaderes va muy por delante de la Europa de los ciudadanos y para cuando se toman soluciones prácticas las cosas ya casi han terminado de pudrirse, lo cual es nefasto en tiempos revueltos. La vieja Europa suele situarse como observadora de lo que ocurre y se oculta tras la burocracia para no dar pasos que la posicionen como protagonista del devenir de la historia presente.
Cuando ocurrió lo que ocurrió en el famoso referéndum del Brexit, todos comentamos que las causas que llevaron a los ingleses, mayoritariamente, a quererse separar del resto eran muchas, pero una de ellas resultaba especialmente preocupante: la inmigración. Leímos aquellos días que la inmigración se había convertido en lo que los británicos llaman el elefante en la habitación: el tema inevitable que nadie puede eludir y que amenaza con aplastar a cualquiera que se ponga delante. El 76 % de los británicos consideraba en esos momentos que los niveles de inmigración eran insostenibles y el 57 % pensaba que la inmigración sería más baja tras la salida de la UE. Esa posición la habían ido alimentando los políticos. ¡Qué gravísimo error que está dejando a la extrema derecha cabalgar a sus anchas en la Europa de las libertades!
Sea como fuere, ese referéndum dejó un panorama plagado de incógnitas que, con el paso del tiempo, han ido complicando las cosas. Sostiene el socialista Ramon Jauregui que eso es nacionalismo puro y duro. “Si una trasnochada nostalgia del gran imperio que fue Gran Bretaña no hubiera alimentado el take back control que vertebró el abandono de la Unión, el Brexit no habría triunfado”, dice. Yo lo comparto porque hay una cosa clara: querían ser diferentes y lo van a ser, pero el asunto es que el sentido imperialista y trasnochado de algunos ha desembocado en una aventura compleja que los británicos ya están notando en sus bolsillos y que no tardarán en lamentar. Ellos y también nosotros, según como acabe este culebrón de la señora May.
Y si Europa es respeto a la dignidad y los derechos humanos, es libertad, democracia, igualdad y Estado de Derecho, no puede seguir en su actitud tibia con Venezuela. El presidente de Gobierno, Pedro Sanchez, es verdad que ha incrementado en las últimas horas la presión sobre Maduro. Durante la clausura del Consejo de la Internacional Socialista en Santo Domingo ha asegurado que "quien contrapone socialismo y libertad, quien responde con balas y prisión a las ansías de libertad y de democracia no es un socialista es tirano". Pues si es así, y evidentemente lo es, no se puede mirar hacia otro lado con este tirano que ha convertido a Venezuela en una gran prisión, o donde se mata de hambre a los ciudadanos y se les dispara a matar para silenciar cualquier disidencia ¡Basta ya!