Buscar en la basura
Un equipo de Univisión, liderado por el conocido periodista Jorge Ramos, fue detenido unas horas en el palacio de Miraflores en Caracas. ¿El motivo? Estaban entrevistando al tirano Nicolas Maduro, no le gustaron las preguntas y cortó por lo sano. Ni más ni menos.
Al parecer, durante la entrevista, Ramos mostró a Maduro unas imágenes que había rodado en las inmediaciones de Miraflores en las que se podía ver a un grupo de personas buscando comida en un camión de la basura. "Tenemos hambre", decía uno de los hombres. "No podemos seguir comiendo de la basura. Queremos sacar al presidente", continúa. "Tengo 26 años y es la primera vez que hago esto, por mis hijos y por mi", dijo este ciudadano que, conforme avanzaba la entrevista, se dirigía al mandatario venezolano: "Usted como presidente no sirve, no sirve. Quiero que se vaya del país".
La reacción de Maduro al ver las imágenes fue inminente . Dio por acabada la entrevista y ordenó a la Policía que decomisaran los equipos técnicos de Univisión. En Venezuela se pasa hambre y Maduro no deja que llegue la ayuda humanitaria porque, desde la perspectiva de quien tiene el estómago lleno, debe creerse que el hambre de su pueblo lo gestiona él y nadie más.
La gente huye del hambre y del miedo. Hasta los militares chavistas empiezan a desertar y salir del país: “ Al menos 180 militares y policías venezolanos saltaron hasta el mediodía de hoy las fronteras con Colombia y Brasil. Lo hicieron de cualquier forma, atravesando las trochas (pasos ilegales), cruzando entre los arbustos o camuflados con camisetas del Barça. Algunos de civil, otros con sus uniforme; unos pocos con sus familias, otros con sus perros antidroga. Incluso uno de ellos herido en la pierna por el disparo de un antiguo compañero”, relataban días atrás los periódicos de los países fronterizos.
Hace tiempo que Nicolás Maduro está llenando de sangre, caos y miedo las calles de Venezuela, y fulminando la poca democracia que todavía podía tener ese país. El régimen, como suele ocurrir con todas las dictaduras, está endureciéndose a medida que se siente débil y acorralado, especialmente porque ya son cada vez menos los que le apoyan a nivel internacional. Nadie quiere una guerra civil, pero nadie aceptará tampoco que siga con sus tretas después de haber hecho de todo: liquidar la separación real de poderes, violentar Constitución para arrogarse de atribuciones casi omnímodas y perpetuarse en el poder, además de otros muchos abusos persiguiendo y encarcelando a sus opositores. Ha ido tan lejos en su pretensión totalitaria que, por primera vez desde el triunfo de la llamada revolución bolivariana hace más de dos décadas, prácticamente toda la comunidad internacional le ha dado la espalda. La mayoría de los países latinoamericanos y europeos han reconocido a Juan Guaidó como presidente interino y, por mucho que Maduro le amenace, el final será el previsto: que caiga el régimen del dictador.
Siempre he pensado que Nicolás Maduro es, como la mayoría de los dictadores, mediocre, lenguaraz y faltón. Pretende suplir con insultos a sus adversarios su falta de argumentos y de formación, tanto académica como política. Es un tirano acomplejado a quien su mentor, Hugo Chávez, utilizó siempre como un faldero, un estómago agradecido al que no perdía ocasión de humillar en público cuantas veces hacía falta. Claro, con esos mimbres se ha fabricado un cesto imposible que ha llevado a Venezuela a la ruina económica a la ruptura social y al hambre.
Maduro ya hace mucho que no defiende una opción ideológica o política; simplemente se amarra al poder y mata a su pueblo de hambre o a tiros para defender sus negocios y los de su familia, que son muchos y variados. Hace mucho tiempo que teme que se pueda tirar del hilo de los negocios familiares y descubrir los paraísos fiscales donde tienen cuentas opacas, mientras los venezolanos rebuscan en la basura y eso no es ajeno, en absoluto, a este enrocamiento del régimen. Saben que van a caer y en su huida hacia adelante harán todo el daño que puedan, pero el ansía de libertad y la vuelta a la democracia es imparable.