De iluminados y chiflados
No se lo cree ni él. Al parecer, el fugado Puigdemont ha asegurado que piensa volver a Cataluña con la "inmunidad" si consigue el acta de eurodiputado, presentándose como cabeza de lista de JxCat en las elecciones europeas del 26 de mayo. En su ensoñación, en declaraciones a una emisora amiga, RAC 1, ha recalcado que ahora mismo es "un ciudadano absolutamente libre en la Unión Europea" y no hay "ni un solo argumento jurídico" que permita que "el Estado español pueda impedir que sea candidato" al Parlamento Europeo, por lo que, si imposibilitara que fuera elegido eurodiputado, estaría "violando las normas fundamentales de la democracia". Si es así, si tan libre se siente, una se pregunta por qué sigue en su escondrijo de Waterloo mientras los suyos o están entre rejas o viven en la incertidumbre electoral, especialmente los más sensatos, que van a ser laminados si reniegan del “cuanto peor mejor” que el ha convertido en un dogma. Cada día que pasa es un día en que su nivel de cortedad política es mayor, absorbido y ensimismado por su micromundo de pelotas. Por eso es capaz de asegurar que si el Parlamento Europeo valida su elección y se activa su inmunidad, tendrá que decidir qué acta elige, al tener también la del Parlament. Dos por el precio de una, que dirían por mi tierra. Tiene donde elegir pero nunca elige el acta de la dignidad política y el de la lealtad y solidaridad con todos aquellos a los que empujó al abismo.
Estos días, el histórico líder de Unió Josep Antoni Duran i Lleida, que está presentando su libro “El riesgo de la verdad", hace un repaso, sin pelos en la lengua, de algunos de los nombres que han protagonizado el golpe de estado y ajusta cuentas con ellos. Del ex presidente de la Generalitat dice que es un "iluminado" y un "chiflado" . Señala, además, que "es más de la CUP que convergente"; y no le falta razón. El que fuera por portavoz de CiU en el Congreso de los Diputados durante tanto tiempo insiste en que "el independentismo ha colapsado la política en Cataluña y en España", "ha destruido el catalanismo", "ha consolidado a Ciudadanos" y "ha despertado a la derecha extrema". En definitiva, "un desastre".
Su opinión, aunque ahora está alejado de la política, merece ser tenida en cuenta porque solo con gente moderada es posible abrir cauces para que las cosas en Cataluña empiecen a discurrir de otro modo. En su análisis pone las luces largas al afirmar que Cataluña deberá tener un "reconocimiento específico" que podría incluirse en el contexto de una reforma constitucional, para la que hoy no existe el necesario consenso, o bien en una disposición adicional de la Carta Magna. En contrapartida, el hombre que en su día apareció en varias quinielas de distintos gobiernos como posible ministro de Asuntos Exteriores, señala que los catalanes independentistas tendrán que admitir que no se puede "menospreciar" a España como si fuera "un país bananero"; que en Cataluña "no hay, ni de lejos, una mayoría a favor de la secesión", y que la solución no debe comportar una "intervención de la UE". Comparar sus reflexiones con las del fugado de Waterloo da la medida exacta de cómo, en política, cuando llegan a la cima los peores, los iluminados o los chiflados, complican muchísimo las cosas y los ciudadanos, a veces, estamos a merced de algunos locos que de vez en cuando aparecen en las formaciones políticas que, por cierto, son incapaces de detectar cuando hay que decir "no" al líder por mucho líder que sea.
Puigdemont está claro que no va a aflojar, porque ni por asomo se imagina lo duro, lo durísimo que debe de ser estar entre rejas; y mientras todo se lo consientan va a seguir erre que erre en su desafío. De la antigua CiU o de su marca más novedosa, el PDeCAT, ya no queda ni las raspas ideológica y políticamente hablando, y mientras el fugado sea un mantenido -en el sentido exacto del término- seguirá su camino hacia ninguna parte, con el único objetivo de protegerse a sí mismo y su pequeñísimo ombligo de ególatra. Que nadie se engañe, el fugado solo tiene una obsesión: salvarse él, aunque en el camino vayan cayendo todos los que le auparon para unas responsabilidades que nunca debió de tener. Solo hay que estar atentos a las declaraciones que estamos oyendo en el juicio del 1-O para entender el perfil cobarde y miserable de este sujeto. Lo dicho: la cosa va de Iluminados y chiflados. ¿Hasta cuándo?