El buen talante de Page con los exconsejeros de Podemos de su anterior gobierno
Emiliano García-Page se dio un baño de multitudes el sábado pasado con motivo de su toma de posesión como presidente del Gobierno en el Palacio de Fuensalida. Había más de quinientas personas y posiblemente se hizo fotos con seiscientas. A nadie le dijo que no ni se le notó cansancio en ese sentido. Saludó y abrazó a todo el mundo y tuvo una frase para cada uno de los que se le acercaron. Y así hasta bien entrada la noche, cuando por la calle del Taller del Moro solo pasaba algún turista despistado que no sabe que el Casco Histórico se cierra hasta el amanecer.
Esa virtud de Page de hacer sentirse cerca de la gente es también su mejor arma electoral. Nadie lo duda. Quiere inspirar confianza y proyectar imagen de buena persona. La constitución del nuevo gobierno subraya ese aspecto de hombre que confía en los suyos y no les deja tirados. Dijo que haría todo distinto a Cospedal y en esto ha cumplido, aunque haya otras cosas que las mantiene como ella las dejó.
Page tuvo en su discurso de toma de posesión unas palabras para los consejeros de Podemos que llamaron la atención. Pero sobre todo dijo que de haber asistido al acto se habrían sentado en primera fila, como corresponde a los miembros del Ejecutivo, al que José García Molina e Inmaculada Herranz ha pertenecido hasta que el domingo por la mañana Page firmó los ceses y nombramientos. El propio presidente salía después en su defense en los corrillos del cóctel, mostrándose comprensivo con ellos y con el hecho de que han tenido que abandonar la política de forma definitiva por los malísimos resultados cosechados en las elecciones. La intensidad con la que han vivido la política los últimos años, ellos que se vieron capaces de asaltar los cielos, se ha borrado de un plumazo y probablemente ya nunca volverá.
Molina y Herranz habían llamado personalmente a Page para felicitarle y para excusar su ausencia en la toma de posesión. Tenían un sitio reservado, pero se entiende.