Impuestos y patriotismo
No es la primera vez que lo proponen. Algunos norteamericanos ricos, muy ricos, (Soros, la heredera de Disney, el cofundador de Facebook, etc.) quieren pagar más impuestos de los que pagan. Dicen que es una forma de patriotismo. Aceite y agua, para los españoles. En los Estados Unidos el patriotismo no es político. Se trataría de devolver a la sociedad parte de lo que esta les ha dado. ¡Ah - pensará el lector español- estos norteamericanos tirando constantemente de orgullo patriótico! Tal vez se deba a que es una Nación joven, constituida a finales del siglo XIX, consolidada en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y ahora, ya en el siglo XXI, emitiendo señales inequívocas de decadencia. Pero, al margen de referencias históricas, lo que se refleja es un elemento esencial de su cultura: los norteamericanos todo lo traducen en dólares. Nada carece de valor monetario. La muerte es un negocio, el matrimonio también, tener más o menos hijos, lo mismo. No es de extrañar que hasta el patriotismo se relacione con los dólares que se pagan o se dejan de pagar a la Hacienda nacional.
Los españoles, menos, muchísimo menos ricos, entienden que pagar impuestos nada tiene que ver con el patriotismo. El patriotismo en las versiones más rancias es la herencia de una larga Historia, el honor de pertenecer a un territorio de grandes proezas, de innumerables hazañas, de hombres extraordinarios: Viriato o Numancia, entre otros. Luego vendría el reino visigodo de Toledo. España se unificó con los godos, lo cual no es cierto. Para otros, más desvaídos, el patriotismo es un sentimiento holístico. Hay que ser ciudadanos del mundo, una expresión tan hueca como cursi. En la interpretación más piadosa se es más patriota cuanto se es más social. En cualquiera de sus versiones el patriotismo por aquí se impregna de colores ideológicos.
En España se es más patriota cuanto más se evade al fisco, cuanto más corrupto se es, cuanto más se burlan las normas de la Hacienda pública. Quién paga impuestos es un “jilí”, en vocablo argentino. Cada año el Ministerio publica la relación de morosos. Da igual, lo entendemos como un cotilleo, no como un delito. Los empresarios, salvo excepciones, consideran los impuestos a la empresa como “confiscatorios. Olvidan que “todo hombre de negocios, para ganar dinero, ha utilizado la vasta infraestructura que los contribuyentes han pagado” (Lakoff). E incluso que muchos se hacen ricos o mantienen sus negocios con las subvenciones del Estado.
La sugerencia de los muy ricos norteamericanos cuestiona la base de las campañas electorales de la derecha. Cada nueva campaña, sea del ámbito que sea, la derecha anuncia bajadas de impuestos. Por contagio o por debilidad ideologica, también la izquierda en ocasiones. Luego, cuando gobiernan lo habitual es que no bajen impuestos o, si los bajan, beneficien a los más ricos. O incrementan los impuestos indirectos, que pagan todos. O ambos a la vez. El patriotismo para los españoles, es una cuestión de abolengo, de herencia histórica, de creencias compartidas. Nada de dinero. El patriotismo es un don. Una abstracción espiritual. O se siente o no se siente. Y quienes no lo sientan serán tenidos como enemigos, traidores o heréticos. Si lo piensan descubrirán que este ha sido el lenguaje empleado contra Pedro Sánchez en el tiempo breve en el que ha ejercido como Presidente de Gobierno. Y volverá a ser igual, y más feroz aún, cuando constituya Gobierno, tras haber ganado unas elecciones democráticas. Por estos pagos aún tiene vigencia la frase del doctor Samuel Johnson (siglo XVIII): “El patriotismo es el refugio de un canalla”. O de los canallas, según versiones más extendidas.