Page y el factor Cospedal
El miércoles pasado asistimos al acto institucional del Día de la Región más extraño de la historia de nuestra autonomía. No solo llamó la atención la austeridad de la celebración, la ausencia de dos expresidentes y de todos los diputados nacionales, la errática intervención del alcalde, las singulares actuaciones musicales, las palmas de los consejeros al ritmo del tararí lorí lorí de Heidi o la imagen a punto de la congoja del conjunto de galardonados. Una organización perfecta y un desarrollo brillante, de “Tierra Firme”, pero con algo extraño flotando en el ambiente. El presidente, Emiliano García-Page, puso la guinda al cúmulo de rarezas con un discurso insólito que algunos prefirieron no entender. Por primera vez, el mensaje del Día de la Región no hizo referencia individualizada a los premiados, no incluyó el balance de gestión del último año y tampoco hizo propuestas para el siguiente. Acostumbrados a las largas peroratas presidenciales de las tres últimas décadas, de historias interminables de éxitos y de cascadas de propuestas de futuro para llenar de titulares los medios una semana, lo de Page del último 31 de mayo ha sido una anormalidad manifiesta, un arrebato de sinceridad, un grito de socorro y un acto de valor. Para algunos fue la prueba de su falta de capacidad de gestión y de programa de gobierno.
Pero era Page en el lío con sus circunstancias y la necesidad de dejar claro que aun siendo incómoda su situación política dentro del PSOE lo es más que el país se disgregue en el plurinacionalismo “pedrista” o que Castilla-La Mancha se paralice, definitivamente, por la falta de presupuestos y por la actitud traicionera de dos diputados que no se hablan entre ellos. Por eso, con unos mínimos apuntes, hiló con maestría un discurso profundamente político en el que el pesimismo por la complicada situación se impuso sobre el deseo profundo de superarla. Lo más llamativo, y quizá valeroso, es que el príncipe de las propuestas no hiciera ninguna el Día de la Región y que en cierta forma se reconociera en público incapaz de seguir en las circunstancias actuales. Tiene que poner remedio y no le será fácil. Como ya se ha dicho en repetidas ocasiones, el futuro inmediato pasa por negociar con los grupos parlamentarios -primero Podemos y después el PP- y si no hay acuerdo con ellos convocar elecciones anticipadas.
Nadie se lo va a poner fácil y además en el caso de Podemos tiene que rebajarse a hablar con quien no le merece ninguna confianza. Por eso siguen sin descartar la convocatoria de elecciones. Por eso y porque saben que en estos momentos Page no tendría como rival a Cospedal. Es el factor clave y el que hará que el PP apoye los presupuestos sin demasiadas exigencias en caso de que se lo pidan desde el PSOE. El adelanto electoral obligaría a los “populares” castellano-manchegos a buscar un candidato de urgencia que, ganara o no a Page, debería repetir en 2019 como cabeza de cartel. Sin embargo, a Cospedal, inmersa ya de pleno en la política nacional y con naturales expectativas de crecer políticamente en ese ámbito, le conviene esperar y guardar el comodín de la candidatura a la Presidencia de Castilla-La Mancha por lo que pueda pasar en el PP los dos próximos años. A nadie le conviene el adelanto electoral, aunque digan lo contrario. Y a Page menos, aunque se desespere buscando la salida del laberinto.