Lo siento, pero es lo que hay. La voracidad propagandística y totalitaria del gobierno de Pedro Sánchez es infinita. El sanchismo es insaciable y su voluntad de control de todo lo que se mueve ya parece irrevocable. Van a por todas. La última andanada del Gran Hermano llega por la vía manchega y es alucinante, con todas las letras: la ministra portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, tuvo este jueves la ocurrencia, sin sonrojarse, de resucitar el NO-DO y que los medios dediquen un espacio “como el del tiempo” para la información pública oficial de la Moncloa. Parecería mentira si no lo hubiera visto toda España: la ministra explicando los “intereses sesgados” de los medios y cuestionando su veracidad y, en la misma frase, arrogándose para mí misma y su gobierno la posesión de la Verdad, con mayúsculas. La Verdad religiosa, la Verdad de Sánchez: limpia, transparente, inmaculada, bondadosa, agua clara. El sanchismo ya es un régimen, y tan se cae por su propio peso la gracieta de la ministra que ha provocado la chanza general. Imaginen que esta idea la escupe Alberto Núñez Feijóo.
Qué país maravilloso se nos está quedando este viernes por la mañana. Isabel en el País de las Maravillas. La ministra Rodríguez entró en el gobierno como la sonrisa oficial de la Moncloa, una persona sensata y con la que era posible hablar de forma inteligente, y se ha transformado en una agente infiltrada de la Stasi del sanchismo. Ya no está para informar de las decisiones del Consejo de Ministros, sino para aleccionar a los periodistas y ejercer de oposición de la oposición, un trabajo muy digno pero que debería hacer desde Ferraz y no desde la Moncloa, que no pertenece al Partido Sanchista sino a los españoles. Y ahora también Isabel Rodríguez quiere dedicarse a escribir noticias y que todo el mundo las publique, porque la Verdad, la suya, sólo tiene un camino y es la única religión verdadera. El sanchismo, que es el ojo que todo lo ve y la mano que nos protege y vigila, aspira a la genuina pureza que sólo su arrullo nos puede dar. Alabados sean. Durmamos la larga siesta de nuestras vidas, narcotizados y tranquilos, que el Príncipe cuida de nosotros y nos ampara. Hay que terminar esta oferta cerrando las Facultades de Periodismo de toda España y trasladando su sede central a la Moncloa: el que sabe, sabe.
Pero yo no sé, pobre de mí, si después de este episodio la ministra Rodríguez está tan achicharrada como Fernando Grande-Marlaska, un suponer, pero sí sé que no reconozco a esta Isabel y que no entiendo cómo fue capaz de doblegarse a Sánchez para lanzar como propia esta idea malvada. Y aún más: reaccionaria. De la factoría chusquera de los 800 asesores o los que sean. Nos enseñó Orwell en “1984” que la libertad es la mayor conquista del ser humano y que siempre está bajo amenaza, y que, por tanto, hay que ser muy cuidadosos con ella y protegerla en todas las épocas. En cualquier momento puede saltar por los aires porque, en nuestras vidas, nada es irreversible y muchos menos los grandes valores que han hecho progresar a la Humanidad. En eso estamos. No hay que bajar la guardia. El sanchismo nos está recordando, en su nivel, hasta qué punto la amenaza es real. El PSOE tal vez deba reaccionar. ¿De dónde sale esta gente?