Ni un solo contagio en una residencia de Castilla-La Mancha en los 9 meses de pandemia
Probablemente sea un caso único en Castilla-La Mancha. Y de los pocos en España. La residenciaSagrado Corazónde Campo de Criptana, en Ciudad Real, a cargo de una congregación de monjas, ha sido un ejemplo de prevención en la pandemia del coronavirus y no ha registradoni un solo caso de contagiodurante los nueve meses desde el inicio de la epidemia.
En los centros para mayores han fallecido a causa de la covid-19más de 23.000 ancianos, varios miles en Castilla-La Mancha, y pocas han logrado detener al virus. Sin embargo, la residencia de Sagrado Corazón ha sido una de ellas.
Desde el inicio de la pandemia ymucho antes de la aplicación de las medidas sanitariaspor parte del Gobierno, la residencia cerró sus puertas y se blindó al exterior. Seis religiosas y alrededor de una veintena de trabajadores han logrado detener la covid-19 imponiendo unasestrictas medidasde higiene y prevención.
El centro cuenta con85 residentes, y ninguno ha sido contagiado por el virus. Nadie entra sin cumplir con las medidas de higiene, sobre todo el uso de "agua con lejía" para desinfectarse. "Hemos tenido que cerrar la entrada a los voluntarios, están en la retaguardia", cuenta una de las religiosas sobre el blindaje de esta fortaleza anticovid.
Las hermanas aluden a la ayuda de la"mano de Dios"pero también muchas otras medidas han sido cumplidas de forma estricta conmuchos sacrificiospor parte de los trabajadores: "Yo incluso estuve durmiendo separada de mi marido por el miedo", ha afirmado una empleada a los informativos de Antena3, que ha dedicado un amplio reportaje este sábado a la residencia criptanense.
Otra de las medidas clave durante la gestión de la epidemia en la residencia fue la cancelación de citas médicas: "Aquí nos adelantamos y loprimordial fue las consultas en el hospital, y si luego hay que llamar llamamos, pero así la gente no salió", explica una trabajadora. Las medidas continuarán de cara a laNavidad: "El virus no puede entrar aquí de ninguna manera", cuenta don Vicente, el capellán de 92 años que custodia la residencia de ancianos con las monjas.