José Maria Yturralde, Premio Nacional de Artes Plásticas 2020, no se esperaba para nada el galardón pero está “muy, muy agradecido” por este reconocimiento a una carrera marcada por la abstracción geométrica, un rumbo que jamás ha pensado en cambiar.



Yturralde (Cuenca, 1942) es una de las figuras claves de la geometría abstracta, un pionero del arte cibernético y su obra camina entre dos orillas, la ciencia y el arte.



Fue uno de los protagonistas de la intensa relación entre un grupo de artistas y el Centro de Cálculo de la Universidad Complutense, donde llegó el primer ordenador a España.



En los últimos años, muchos de los artistas que pasaron por aquel lugar, como Elena Asins, están teniendo un resurgir. La abstracción geométrica española ahora está de moda, pero no siempre fue así.



“Ha habido vaivenes sí, hay momentos en los que se vuelve la mirada sobre algunos movimientos, pero en aquella época no tuvo reconocimiento de ningún tipo”, recuerda el artista.



Aun así, el artista tiene la satisfacción de que su obra siempre ha sido muy valorada, dentro y fuera de España. Sus cuadros están presentes en colecciones del Museo Reina Sofía, el Ivam, el Museo de Arte Abstracto de Cuenca y en colecciones internacionales como el Museo de Brooklyn, MIT o la Fundación Hastings en Nueva York.



Su obra, marcada por el op-art, el arte cinético y la experimentación de formas y colores siempre “ha sido muy bien acogido”, por todos los públicos, “de niños a mayores”, dice con un infinito agradecimiento ya jubilado tras unos años en que dividió su carrera entre su obra y la docencia.



Durante mucho tiempo, Yturralde fue director del Departamento de Pintura de la Universidad Politécnica de Valencia. “La transmisión del aprendizaje es algo que siempre me ha interesado mucho”, subraya.



En alguna de sus estancias en el extranjero, como cuando tuvo una beca en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), pensó en quedarse fuera. Fue justo poco después de morir Franco (1975), pero le llamaron para dar clase en Valencia y pensó que lo importante entonces era volver a España y transmitir los aprendizajes que había adquirido, “devolver” de algún modo todo lo que había aprendido.



Trabajador incansable, el jurado reconoce “su intensa labor de investigación”. En estos momentos, se encuentra enfrascado en investigar “la capacidad expresiva” del mundo de las curvas más complejas, como las epicicloides. Un trabajo siempre ligado a un pensamiento más profundo, como la filosofia zen.



Entre sus obras más reconocibles e impactantes se encuentran unos círculos de luz sobre fondo completamente oscuro que atrapan el ojo del espectador: “Me interesa el significado del impacto emocional que pueda provocar la iluminación”, señala.



Todavía no sabe qué hará con el dinero del premio, de hecho ni siquiera sabe la cantidad que acompaña al galardón (30.000 euros), pero seguro que irá a su trabajo y lo dedicarán a “producir más y mejor”.