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Guadalajara TARDE TAURINA DEL PRESIDENTE DE VOX

Santiago Abascal, líder de Vox, vitoreado en Guadalajara: la crónica de David Gistau en El Mundo

8 abril, 2019 08:18

Bajo el título de "Abascal en la habitación de Morante", el periodista David Gistau ha publicado este lunes en el diario El Mundo una excelente crónica de la tarde de toros que el líder y candidato de Vox a la Presidencia del Gobierno, Santiago Abascal, pasó este domingo en Guadalajara. "Su cuarto en el hotel AC de Guadalajara está tomado por una bullanga considerable mientras el torero, acompañado por el líder de Vox, saluda a todos los que entran", dice Gistau en referencia a Morante de la Puebla. Por su parte, Abascal fue vitoreado en Guadalajara. Esta es la crónica completa que firma el gran periodista David Gistau este lunes en El Mundo:

 

"La víspera de las elecciones en Andalucía, Santiago Abascal estaba en Sevilla y recibió una llamada de su compadre Morante de la Puebla, que le pidió que lo acompañara a visitar a un amigo "que no puede venir él porque no se puede levantar". El torero llevó al político al cementerio de San Fernando, donde ambos se recogieron delante de la tumba de Joselito 'El gallo', la que Morante siempre visitaba para pedir auxilio en las épocas en que las tardes no se le daban. Al día siguiente, en las urnas, explotó el fenómeno Vox, ligado en parte a la vindicación de la tauromaquia, por la que Abascal comenzó a interesarse cuando, en la juventud, la Fiesta era una de las pocas representaciones culturales de España a la que podía asirse en el Norte. Frecuentaba la plaza de Amurrio donde los aficionados abertzales le gritaban: "¡Abascal carcelero!".

Desde entonces, sin la sensación al principio de estar palpando un filón electoral, Abascal se dejó orientar por Morante en la inmersión taurina. Visitaron peñas y dehesas. Cabalgaron juntos en el campo charro. Ahondaron una amistad a la cual Abascal rinde homenaje cuando dice que, para él, Morante es un hombre hecho en el mismo molde que John Wayne, "de los que hablan poco y sólo dicen cosas necesarias". Abascal iguala las verdades esenciales de Morante con las que quiere proporcionar al discurso de Vox: "No engañar nunca a nadie".

Uno creía que, antes de la corrida, los toreros se encerraban en una soledad y en un silencio trascendentales. Con Morante no ocurre así. Su habitación en el hotel AC de Guadalajara está tomada por una bullanga considerable mientras el torero, aún sin vestir, con el torso desnudo y una toalla anudada en la cintura, saluda a todos los que entran: "Yo no quiero soledad ni silencio. A mí antes de torear me gusta esto, estar rodeado de alegría". Estar rodeado de alegría tal vez para no ser envenenado por ciertos pensamientos en la inminencia del toro. Estar rodeado de gente que comparte whiskies mientras de fondo suena música flamenca y el torero lo mismo hace estiramientos que se entretiene con charlas livianas que nada tienen que ver con la corrida. Como cuando, aficionado al boxeo, visitó en México el gimnasio del 'Canelo' Álvarez, pequeño y destartalado de tan auténtico: "Canelo no quiso guantear conmigo -guasea Morante-, tuve que hacerlo con otro. El boxeador y el torero se parecen en el miedo. Aunque el torero al menos no tiene que enfrentarse a otra inteligencia humana". Abascal, que dice que la soledad de antes de salir a dar un mitin también angustia lo suyo, hace notar que Morante es un torero tan distinto que ni siquiera tiene estampitas en la habitación: "Pero alguien habrá rezando por mí, digo yo".

Llegada la hora de terminar de vestirse, el torero queda a solas con su mozo de estoques, la habitación es desalojada. En el pasillo del hotel, largo y oscuro, destellan los trajes de los miembros de la cuadrilla que ya bajan hacia la furgoneta. En el vestíbulo, Abascal se reúne con sus dos hijos mayores, que viven en Vitoria y blasonan de morantistas. Lleva consigo algo que Morante le dio justo antes de salir, una caja de puros Edmundo de Montecristo que tiene las vitolas personalizadas para Morante y que el torero le ha dedicado de su puño y letra. En el coche, rumbo a la plaza, surgen en la conversación los recuerdos de infancia que el olor de los puros puede avivar en aquellos a los que trae la nostalgia de alguien. Abascal dice que, con su padre, eso le ocurre con el sabor del Benedictine. ¿La magdalena de Proust?: "A mí me gusta más el Jünger de Tempestades de acero".

Amenaza lluvia. Al llegar a la plaza, después de aparcar el conductor cerca de la entrada del tendido 8, Abascal agarra un paraguas cuya empuñadura imita la de la espada de un torero. Es entonces cuando empieza a ser reconocido y apenas puede caminar por las fotografías que le piden. Se arma un tumulto a su alrededor. Un hombre le palmea la espalda con tanta fuerza que Abascal hace un chiste al respecto: el hombre promete regresar otra veinte veces para seguir saludando. Vuelan gritos de "Santiago y cierra España", de "Presidente", de "Puto amo". Un visitante italiano perteneciente a la Lega de Salvini lo fotografía todo como si quisiera a la vuelta dar testimonio de lo que ocurre en España. Ya instalado en su localidad, Abascal sigue dejándose fotografiar junto a aficionados que suben y bajan las filas del tendido pese a las apreturas. Involuntariamente, Abascal profana con su presencia el silencio reverencial que debería haber acompañado a su amigo Morante justo antes de encarar la muerte de su primero. Porque es entonces cuando en la plaza estalla el grito de Abascal presidente. Queda la duda de si el próximo 27 de abril Abascal visitará la tumba de El gallo".

David Gistau. Diario El Mundo