Toledo. Viernes 21 de octubre de 1983. Dos niños de 13 años, Alex Hebrail 'Zipi' y su amigo Raúl 'el Pinchauvas', paseaban al perro de este último a mediodía, después de haber completado la jornada lectiva matinal en el antiguo colegio Santiago de la Fuente, que hoy en día es el instituto Sefarad, muy cerca del monumental puente de San Martín, que desde el siglo XIII permite cruzar las aguas del río Tajo en la zona oeste del casco histórico toledano.
Los dos amigos se toparon con unos compañeros de la escuela que les hacían la vida imposible y, a modo de venganza, comenzaron a lanzarles cantos parapetados desde uno de los torreones del puente, conocido en el barrio como 'el Castillete'. Cuando vieron que el padre de uno de sus objetivos se dirigía hacia ellos lleno de furia, los dos críos decidieron huir a la carrera y, aprovechando que se movía la puerta metálica que habitualmente impedía el acceso a la atalaya, se colaron en el interior buscando refugio.
Asustados, Alex y Raúl bajaron a toda prisa las angostas escaleras de caracol del torreón, por aquel entonces una zona absolutamente degradada que solo frecuentaban los toxicómanos y las ratas. El hedor, según descendían, era casi insoportable. Pero, una vez que dieron esquinazo al colérico padre de los otros chavales, regresaron a la superficie y decidieron compartir su aventura con el resto de la pandilla. Por la tarde, robaron un par de cirios en el cercano monasterio de San Juan de los Reyes e, iluminándose con las velas, volvieron a entrar junto a Mariano 'el Terremoto' y 'los mejicanos', Dylan y Donovan.
El hallazgo del cadáver
Los intrépidos muchachos, ávidos de aventura, en ningún momento pensaron que se encontrarían con algo que marcó el resto de sus vidas: el cadáver de Gema Rodríguez Sánchez, una joven de 18 años que había desaparecido un mes antes en la ciudad. Ellos, sin conocer todavía la identidad de la víctima, se lo contaron a sus familias. Sorprendentemente, nadie les hizo caso hasta varios días después. Los mayores pensaron que eran una fantasía propia de chiquillos rebeldes, hasta que una semana más tarde la abuela de otro amigo de la pandilla les tomó en serio, por fin, y decidió dar aviso a la Policía. De inmediato se comprobó que todo era cierto.
Cuando se han cumplido 38 años de ese cirmen que quedó sin resolver, puesto que ni siquiera se celebró juicio alguno, Alex Hebrail 'Zipi', uno de los niños que descubrió el cuerpo, va a publicar a principios de 2022 el libro 'Misterio en el Torreón', en el que detalla y defiende una inquitante hipótesis: el asesinato de Gema fue desencadenado por un intento de agresión sexual y la Policía Nacional cerró el caso en falso.
El asesino, hijo de una personalidad
La teoría de Hebrail va incluso más allá. Su principal sospechoso, aunque habrá que esperar a la publicación del libro para conocer si le pone nombre, es el hijo de una influyente personalidad toledana de la época. Un importante político o militar, dice.
"A Gema, el día de la desaparición, se le vio con un joven de 20 años que formaba parte de su pandilla en Toledo. Ese chico, después de aparecer el cadáver, pasó por Comisaría pero salió a las pocas horas y su nombre jamás ha aparecido en el sumario o en la prensa". Supone que las altas esferas le protegieron.
¿Por qué escribe este libro? La familia de la víctima no está de acuerdo con lo que usted está haciendo...
"Lo hago porque estoy en mi derecho. Soy uno de los niños que encontraron el cadáver y deben entender que este tema me lleva persiguiendo desde hace 38 años. Yo también me pongo en su lugar y les entiendo, porque es muy duro que se vuelva a hablar otra vez del tema. Les comuniqué, por respeto, que estaba escribiendo el libro, pero para mi desgracia no solo no me han comprendido sino que, incluso, he recibido presiones... aunque eso es algo que me motivó incluso más para seguir adelante".
Hebrail, en la década de los 90, coincidió durante unos segundos a Alfredo, que era novio de Gema cuando fue asesinada y que llegó a ser detenido por la Policía, aunque en pocos días se descartó su relación con los hechos. "Fue muy frío, muy frío. No no los esperábamos ni él ni yo. Ambos tocabamos en grupos de rock y un amigo nos presentó sin avisarnos. Me habían invitado para tocar algunos temas pero en ese momento recogí los trastos y me fui. Aquella situación no venía a cuento y me marché por no incomodar". Años más tarde, también mantuvo una relación de confianza con la hermana de la víctima, una dependienta de comercio que le reconoció como uno de los cinco niños que habían descubierto el cadáver. "Por el nombre supo que era yo y entablamos una amistad. De hecho, me enseñó incluso fotos de Gema cuando era joven. Entonces no tenía todavía el proyecto de escribir este libro, pero cuando le envié un pequeño borrador cambió por completo su actitud hacia mí, aunque reconoció que el tema era tratado con respeto".
¿Pero qué pretende volviendo a remover un caso ya prescrito?
"Si consigo que se reabra el caso y que se descubra al asesino, me podría morir tranquilo. Veo muchas series de actualidad y ahora, gracias a los nuevos métodos de investigación, se están resolviendo en distintas partes del mundo crímenes ocurridos hace 30, 35 o 40 años. Pero, claro, este caso es más difícil porque se han hecho desaparecer pruebas y lo rodean circunstancias muy extrañas".
¿A qué se refiere?
"La investigación fue una auténtica chapuza. Dos bomberos de Toledo que fueron los encargados de sacar el cuerpo del torreón se pusieron en contacto conmigo cuando supieron por la prensa que estaba escribiendo el libro. Nos reunimos y me contaron que ellos, en un primer momento, vieron cosas que desaparecieron cuando el inspector de la Policía encargado del caso accedió al lugar. Esas cosas que se llevó el inspector nunca más aparecieron ni se incorporaron a la investigación".
Alex Hebrail, printor de profesión que ahora tiene 51 años y sigue residiendo en la capital castellano-manchega, ha detallado durante su participación en el podcast 'El Centinela del Misterio' que entre esas "cosas" que se esfumaron misteriosamente de la escena del crimen se encontraba la ropa interior de Gema, que la víctima tenía a medio quitar, tal y como observaron en un primer momento los bomberos que desescombraron la estancia para desenterrar el cuerpo. Según el relato del autor de 'Misterio en el Torreón', el único agente policial que accedió al lugar ese día, 28 de octubre de 1983, se quedó solo media hora y cuando volvió a permitir la entrada de los bomberos para sacar de allí los restos mortales de la chica, las bragas ya habían desaparecido. "Recuerdo que llevaba una chaqueta americana de cuadros con unos bolsillos grandes", dice.
¿Por qué iba a hacer la Policía algo así?
"Siempre he pensado que había que proteger a alguien, que el asesino debía ser hijo de alguien muy importante en Toledo, de algún alto cargo político o militar. Eso es lo que he creído siempre. Los bomberos me dicen que parecía que el policía que accedió al lugar del crimen ya sabía a lo que iba, que sabía lo que tenía que hacer. Esto es algo que hasta ahora habían comentado entre ellos, pero ahora han querido contármelo a mí porque creen que podía aportar bastante luz al libro y al caso en general".
Tras algo más de un año de investigación y redacción, además de bucear en sus recuerdos, Alex Hebrail pretende presentar en un par de meses 'El Misterio en el Torreón' (Aliar Editorial), que define como una novela basada en hechos reales, en el mismo lugar donde encontró el cadáver cuando solo era un niño, puesto que el Ayuntamiento de Toledo lo rehabilitó en 1996 y desde entonces permite su uso previo pago de una tasa. "Incluso puede que asista el asesino", remata acrecentando el misterio y la expectación.