Durante siglos, los conventos de clausura han sido una pieza más de la vida cotidiana del Casco Histórico de Toledo. Con el trasladado de la capital del reino a Madrid en tiempos de Felipe II, los miembros de la corte dejaron deshabitadas las inmensas casas que ocupaban y optaron por cederlas a órdenes religiosas. Desde entonces, sus muros han visto pasar a miles de religiosas que tradicionalmente combinaban su vida contemplativa con actividades como la confección de mazapán y dulces o el cuidado de niños en guarderías para poder subsistir.
Sin embargo, el paso de los tiempos ha provocado que esta actividad vaya languideciendo hasta el punto de correr serio peligro. El profesor de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM) José Carlos Vizuete ponía ya cifras a este fenómeno hace siete años alertando de la bajada paulatina que se viene observando en los últimos tres siglos y que ahora es especialmente preocupante. Según sus cálculos, en Toledo había 23 conventos en 1787, una cifra que en el siglo XIX descendió a 21 y a comienzos del siglo XX a 18. La cuesta abajo se prolongó con 16 en 1990 y 14 en 2017.
En la actualidad, apenas diez de estos conventos sobreviven a duras penas en Toledo. De ellos, ocho están situados en la parte antigua de la ciudad, uno en el barrio de Buenavista (Dominicas de Jesús y María) y otro más en Santa María de Benquerencia (Religiosas Oblatas de Cristo Sacerdote).
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Con el objetivo de atajar esta tendencia que les aboca a la extinción, el pasado 23 de enero, coincidiendo con el día del patrón de Toledo -San Ildefonso-, el arzobispo Francisco Cerro Chaves firmaba los estatutos de la asociación 'Amigos de los Conventos'. Este colectivo privado de fieles persigue la supervivencia y el impulso de estos lugares ocupados por monjas de clausura buscando fuentes que les permitan autofinanciarse.
"Nuestro lema es que un solo corazón nos hará sostenibles", asegura el coordinador de la asociación, Francisco Rodríguez, quien explica que su trabajo consiste en buscar nuevas maneras que generen ingresos para que "los conventos no solo dependan de subvenciones". Eso sí, esas actividades tienen que encajar en su rutina religiosa y "abrirlos al público en la medida en la que las monjas lo consideren".
Primera lavandería en Santa Isabel
El primer proyecto que ha puesto en marcha la asociación ha sido una lavandería en el convento de Santa Isabel que ayudará a las hermanas a generar ingresos para mantener el edificio.
"La lavandería ha estado funcionando durante mucho tiempo pero tuvieron que dejarla porque la mayoría de las hermanas son mayores y no podían seguir el ritmo", explica Rodríguez. La solución que han encontrado ha sido el alquiler de este espacio, equipado con la maquinaria necesaria, a un matrimonio que lo explotará aprovechando el auge de establecimientos turísticos en la parte antigua de la ciudad.
"Para las monjas era muy complicado seguir con la lavandería. Los hoteles les llevaban la ropa y le exigían un plazo que no podían cumplir. Con esta solución, el servicio vuelve a ponerse en marcha y apenas afectará a su día a día", añade Rodríguez.
'Pucheros del Convento' en las Comendadoras
La siguiente idea que verá la luz es un comedor para turistas en otro convento del Casco Histórico, el de las Comendadoras de Santiago. En este caso, los miembros de la asociación se han inspirado en lo que han visto en otras ciudades con fuerte presencia de religiosas y también de turistas como Roma para dar forma a los 'Pucharos del Convento'.
En palabras de Francisco Rodríguez, este modelo de negocio consiste en poner en marcha "comedores a mesa corrida donde se ofrecerá comida casera, sencilla y saludable en dos turnos" bajo tres premisas: "bueno, bonito y barato".
El objetivo es que la iniciativa comience a funcionar antes de la celebración del Corpus Christi. En el convento de las Comendadoras de Santiago, al igual que en Santa Isabel, aprovecharán una infraestructura que ya existía, en este caso la cocina en las que las monjas hacen cada día la comida a los niños de su guardería infantil y que posee las certificaciones de Sanidad.
Huertos urbanos y hospederías
A estas dos iniciativas ya en ciernes, le seguirán otras todavía en una fase más embrionaria. "Tenemos en mente muchas ideas, como hacer huertos urbanos o habilitar estancias como hospederías", relata Rodríguez.
De todas maneras, el coordinador de los 'Amigos de los Conventos' tiene muy claro que no podrán luchar contra la que quizá sea la principal amenaza de la vida conventual, la ausencia de vocaciones.
"Muchas órdenes han cerrado porque las hermanas se han ido haciendo mayores y no han llegado otras personas para ir ocupando sus puestos. Contra esto no podemos hacer nada, pero sí podemos colaborar con el Arzobispado en que los edificios, que son antiguos y grandes, puedan reunir condiciones de habitabilidad para que a lo mejor puedan venir monjas de otros sitios", reflexiona.
En este sentido, reconoce que "sabemos que el camino es largo y no vamos a solucionar el problema, pero podemos aportar nuestro granito de arena".
El congreso donde empezó todo
El interés de Francisco Rodríguez por el patrimonio y la vida conventual viene de lejos. "Yo no soy natural de Toledo pero llevo muchos años viviendo aquí, en una casa que rehabilité en el Casco Histórico". Durante una época, tuvo mucho contacto con Rufino Miranda, uno de los guías más conocidos de la ciudad, con el que descubrió muchos de estos espacios cerrados al público en condiciones normales.
Así, el pasado mes de noviembre asistió al Congreso Internacional de Conventos que impulsó el Consorcio de Toledo en el que tomaron parte "historiadores, arquitectos y monjas de muchos países". Una experiencia enriquecedora que sin embargo le llevó a hacer una reflexión: "Esto ha estado muy bien, pero a lo mejor el año que vengo y hay otro convento que ha cerrado". Este fue el punto de partida para impulsar una asociación que ejerce su labor de manera "alineada con el Arzobispado de Toledo".
En total, el radio de acción de los 'Amigos de los Conventos' abarca toda la archidiócesis de Toledo, que comprende esta provincia y parte de la de Cáceres donde quedan encuadrados "35 conventos desde Siruela, cerca del Monasterio de Guadalupe, hasta Quintanar de la Orden". De ellos, curiosamente tan solo uno está ocupado por hombres, el de Montesión Toledo capital.
Estudiar sus necesidades sobre el terreno y buscarles nuevas formas de supervivencia es el objetivo macado por este colectivo que lucha para evitar que este modo de vida se vea engullido por la sociedad moderna.